JORGE PRÓSPERO DE VERBOOM  

Hoy el hilo se lo dedico a todos mis familiares y amigos ingenieros.

Hoy vamos a hablar de un destacado español, de los que habían nacido en el territorio de la Corona española de Flandes. Fue una gran figura, como tantos otros de nuestra historia, desconocido para la mayoría, a pesar de que sus acciones fueron esenciales para dos disciplinas: la militar y la de la ingeniería.

Jorge Próspero Verboom. Marqués de Verboom nació en Amberes, Flandes, en 1665 y murió en Barcelona el 19 de enero de 1744.  Fue hijo de María Ana de Wolf y del también ingeniero militar Cornelio Verboom, que fue ingeniero mayor de los Ejércitos del Rey de España en los Países Bajos.

Es decir, nace siendo rey Carlos II y muere con Felipe V como monarca, lo que significa que por medio se produjo la guerra de sucesión al trono. Asunto no menor para comprender algunos de los pasajes de su vida.

Su primer aprendizaje lo hizo de la mano de su padre que le instruyó como ingeniero y militar al incluirle entre sus ayudantes en la guerra del Franco Condado, aún sin haber ingresado el joven Jorge en el ejército.

El 5 de febrero de 1677, ingresó oficialmente en el Ejército como cadete del regimiento de Infantería Valona del conde de Moucron. Esta actividad la compaginó con la asistencia a los cursos de la Real Academia Militar de los Países Bajos con sede en Bruselas, donde fue discípulo del director del centro, el ingeniero militar Sebastián Fernández de Medrano, con el que además desarrolló una especial colaboración.

La importancia de los ingenieros en el ejército se incrementa a raíz de la aparición de la artillería como arma clave en el desarrollo de las batallas, lo que supuso un cambio en los sistemas defensivos de las ciudades y el nacimiento de sistemas especiales de fortificación. Esto trajo consigo la necesidad creciente de la presencia de ingenieros en el ejército y en los campos de batalla, tanto para el diseño de las obras defensivas como para dirigir el ataque a las mismas.

Con fecha 8 de enero de 1685, recibió el nombramiento de alférez de Infantería, su primer destino fue Namur donde intervino en las obras de fortificación de aquella plaza. Tanto aquí como en el siguiente estallido de la guerra contra Francia, en 1688, Verboom demuestra su habilidad y conocimientos, su valía, para el ejercicio de la ingeniería lo que le valió que pronto fuera ascendido a un cargo de relevancia: Cuartel Maestre General e Ingeniero Mayor del Ejército y Plazas de los Países Bajos. Tenía tan sólo 27 años.

En 1697, contrae matrimonio, fruto del cual nacieron 5 hijos. Dos de los cuales fueron militares e ingenieros, como su padre.

Pero sus grandes dotes para la ingeniería militar se mostraron durante la Guerra de Sucesión española (1702-1714), en la que Verboom tuvo importantes actuaciones en favor de Felipe V.

Al fallecer sin descendencia Carlos II de España, es nombrado rey el nieto de Luis XIV de Francia – recordamos que Luis era hijo y esposo de españolas-, Felipe de Anjou, que reinará con el nombre de Felipe V. Fue coronado el 4 de octubre de 1700 en París. Pero la sucesión no fue pacífica ya que también reclamaba la corona española, Carlos de Habsburgo, descendiente de la rama Habsburgo reinante en el sacro imperio desde la herencia favorable a su hermano, Fernando, del emperador Carlos I. Las naciones europeas temían la fortaleza que alcanzarían Francia y España si se producía una alianza familiar entre las dos naciones; motivo por el cual, Austria, Inglaterra, Países Bajos, Prusia y Portugal forman la Gran Alianza que era favorable a Carlos de Habsburgo, lo mismo que determinadas regiones españolas, como Cataluña, lo que dará lugar, durante más de trece años, a la Guerra de Sucesión Española.

Los estados de Flandes se unen a la alianza hispano-francesa. El gobierno de los Países Bajos recayó en el Elector de Baviera que tenía a Isidro de la Cueva y Enríquez, marqués de Bedmar como jefe del ejército hispano. Los ingenieros que allí se encontraban, continuaron bajo control del Ingeniero Mayor, Verboom, si bien sometidos a la organización de los ingenieros franceses. De entre las tareas realizadas, destacó la fortificación de Amberes. En este periodo Verboom fue ascendido a mariscal de Campo.

El 23 de mayo de 1706, el ejército inglés, al mando del duque de Marlborough, derrota a los franceses en Ramillies. La derrota fue tremenda y la retirada, un verdadero desastre para el ejército francés, además, muchas ciudades se pasaron al bando Habsburgo. A todos aquellos que llegaron a Francia se les exigió un juramento de fidelidad a la causa borbónica, que Verboom, “ofendido por la desconfianza que se le mostraba” rehusó hacer por dignidad personal, lo que determinó su arresto el 4 de julio de 1706 en Valenciennes y posteriormente en Arras.

Tras su liberación marchó a Chartres y en 1709 Felipe V le llama a España para que ejerza como ingeniero en la península. En primer lugar, fue destinado a reconocer la frontera con Portugal, para saber del estado de las fortificaciones- bastante desastradas, según el informe emitido-. Pero su tarea esencial, para la que realmente fue reclamado en la Península era la de constituir un Cuerpo de Ingenieros Militares. A fin de que realizara tal función y para prestigiar más la misma, Felipe V le asciende y nombra, el 13 de enero de 1710, Ingeniero General y Cuartel Maestre General de los Ejércitos. Sin embargo, la idea de crear un Cuerpo de ingenieros tuvo que retrasarse un poco, pues la campaña militar se complicó en la provincia de Lérida, siendo Verboom enviado a aquella zona en junio de 1710. A pesar de su pericia como estratega e ingeniero, resultó herido y hecho prisionero en la batalla de Almenara, por lo que fue trasladado a Barcelona donde quedó en cautiverio.

El tiempo en que estuvo preso lo aprovechó para dos cosas: primero y debido a los códigos de honor con las que eran tratados los prisioneros entonces, pudo tener una reclusión que le permitía pasear dentro de la fortaleza defensiva de Barcelona, lo que aprovecho para estudiar los puntos débiles y fuertes de aquella fortaleza, algo muy útil para el posterior y exitoso asalto de las tropas hispano-francesas a Barcelona y, en segundo lugar, trazar los pasos y procedimientos necesarios para constituir el Cuerpo de Ingenieros militares. Se las ingenió para hacer llegar al Rey sus ideas y con ellas, Felipe V aprobó mediante un Real Decreto, de 17 de abril de 1711, el Plan General de los Ingenieros de los Ejércitos y Plazas, lo que suponía la fundación del Cuerpo de Ingenieros del ejército, en tanto que Verboom continuaba en prisión en Barcelona.

Cuando fue liberado, se instala en Barcelona, dirigiendo bajo las ordenes de duque de Berwick el asalto a la ciudad. Verboom dirige el asalto por el baluarte de la Puerta Nueva, que fue definitiva para la rendición de la ciudad el día 12 de julio de 1714.

El rey Felipe V dispuso, por Decreto de 1 de junio de 1715, que se construyese una ciudadela en Barcelona, cuyo proyecto y ejecución fueron confiados a Jorge Próspero de Verboom, que destacó con el diseño y construcción de la misma. Una vez concluida, fue nombrado gobernador de la misma, cargo que conservó toda su vida. También mejoró las defensas de Gerona, la Seo de Urgel y el Castillo de Figueras.

La capitulación de Barcelona, fue un gran éxito en su carrera profesional y esencial para su desarrollo como ingeniero general en los años posteriores. Asimismo, destacó por la creación de la Real Academia de Matemáticas, destinada a los miembros del cuerpo de ingenieros, en virtud de lo dispuesto en la Real Ordenanza e Instrucción para los Ingenieros publicada el 4 de julio de 1718, una vez sancionada por Felipe V.

 De lo expuesto en el preámbulo de estas Ordenanzas se deduce que los Ingenieros se ocuparían del reconocimiento de los ríos para su utilización como medio de transporte, del descubrimiento de aguas subterráneas para regadío, de abrir nuevos caminos y construir puentes para facilitar la comodidad de los “pasajeros” y “comerciantes”, es decir de todas las obras de tipo civil que estuvieran a cargo de su Real Hacienda. Todo ello era consecuencia de la inexistencia de un cuerpo de Ingenieros civiles hasta 1785, año en el que Agustín de Betancourt propuso la creación de la Inspección General de Caminos y Canales. Posteriormente, en 1802, crea la Escuela de Ingenieros de Caminos.

La creación de la Real Academia de Matemáticas se debió a que la formación de los ingenieros quedó interrumpida al cerrarse la Academia Real y Militar del Ejército de los Países Bajos de Bruselas en 1706, por lo que el Ingeniero General planteó, en 1712, la apertura de una nueva Academia que la sustituyera en España, la cual, como hemos visto, se aprobó en 1718, si bien no fue hasta 1720 cuando fue inaugurada la Real Academia de Matemáticas de Barcelona.

Otra de sus grandes y continuas preocupaciones fue la retribución económica de sus ingenieros que no recibían a tiempo sus sueldos. Su biografía está llena de continuas reclamaciones no solamente de su propia paga sino de las del resto de sus subordinados o sus pensiones. Por ello, en 1720, decidió crear un Montepío o Caja Fraternal destinada, mediante una retención de sus pagas, a asegurar una pensión para las viudas de los ingenieros fallecidos. Sin embargo, no pudo ver conseguido este deseo ya que hasta 1752, después de su fallecimiento, no se hizo realidad.”[1]

La primera promoción del Cuerpo de ingenieros se compuso de 26 ingenieros franceses que habían llegado durante la Guerra y que se quedaron en España, en un acuerdo entre Felipe V y Luis XIV.

Las guerras no pararon y se extendieron a Italia. El Cardenal Alberoni, primer ministro de Estado, en la guerra del Sacro Imperio y España contra determinadas posiciones en el Mediterráneo, envió una expedición militar a Cerdeña en la que los ingenieros ya formaban parte indiscutible de sus filas. El éxito de la campaña, los llevó a atacar Sicilia, en esta ocasión, con Verboom dirigiendo a los ingenieros, y logrando el asalto exitoso de la ciudadela de Messina (del 28 de junio al 29 de septiembre de 1718).

Entre 1721 y 1727, Verboom viajó por toda España y de su labor de investigación se realizan mejoras en las fortificaciones de Málaga ciudad y especialmente de su puerto. La fortificación de Ceuta, Cádiz ciudad y Algeciras (obra especialmente destacada y brillante, motivo por el que se le rindió un homenaje y erigió una estatua hace pocos años). Reforzó el sistema defensivo de Pamplona. Asimismo, revisó las obras hidráulicas de los pantanos de Tibi y Elche y de las acequias en la región de Murcia. En Sevilla, realizó estudios de navegabilidad del río Guadalquivir hasta Córdoba.

Por toda esta eminente tarea que mejoró las infraestructuras españolas civiles y militares, Felipe V, por Real decreto de 9 de enero de 1927, le otorga el título de Marqués de Verboom, a la vez que dispensa del “derecho de Lanzas”.

Por toda su experiencia fue enviado a poner sitio a la plaza de Gibraltar en 1727 bajo el mando del Conde de las Torres. Su relación no fue buena por discrepar profundamente en el modo de llevar a cabo el ataque. Mientras el Conde de las Torres se empeñó en hacerlo por tierra, Verboom quería hacerlo por mar. Se realizó como decía Conde de las Torres y fue un competo fracaso. Esta fue la última misión sobre el terreno de Verboom, que regresó a Barcelona en 1731, tras haber pasado una larga temporada en Madrid recuperándose de diversas dolencias.

Su salud y su estado anímico no debían de ser muy buenos por diversas razones, pero empeoraron sustancialmente cuando en 1732 murió su hijo primogénito y también militar e ingeniero, Isidro Próspero.

Con todo y sin moverse de Barcelona, fue capaz de estudiar y dar las órdenes oportunas para la mejora de diversas fortificaciones.

En 1737 fue ascendido a Capitán General.

Falleció en la ciudadela de Barcelona el 19 de enero de 1744, siendo enterrado, tal como había dispuesto en su testamento, en el Real Convento de Santa Catalina de la Orden de Predicadores, donde estaba enterrada su esposa Maríe Marguerite Visscher.

 

BIBLIOGRAFIA

CARRILLO DE ALBORNOZ Y GALBEÑO, Juan. “El Ingeniero General don Jorge Próspero de Verboom, marqués de Verboom” Dianlet. 2003.

CAPEL, E. H. y otros “Los ingenieros militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica”. Ediciones de la Universidad de Barcelona. 1983.

[1] José Ignacio Mexía y Algar. Coronel de Ingenieros. Comisión histórica del Arma de Ingenieros- diversos textos a partir del estudio de Carrillo de Albornoz-.

La guerra de Crimea

En estos días de escalada de tensión en Ucrania recordamos un acontecimiento que está en los orígenes de la anexión de la península de Crimea y la ocupación de la región de Donbás en 2014, y del intento de invasión de Ucrania de estos días por parte de Rusia, y que no es otro que la guerra de Crimea a mediados del S XIX (1853-1854).

En relaciones internacionales, los países no tienen amigos o enemigos, tienen intereses. Tal circunstancia, la vemos hoy en el seno de la OTAN dónde Alemania parece mostrarse más favorable a Rusia que otras naciones de la Alianza Atlántica. Pero esos intereses nacionales, suelen presentar unas constantes en la Historia de cada país que marcan el devenir de algunos acontecimientos. Gran Bretaña, por ejemplo, siempre ha buscado acuerdos comerciales o pertenecer a instituciones que favorezcan sus necesidades mercantiles, pero sin perder un ápice de su soberanía. Lo hemos visto en el Brexit.

Rusia desde antiguo ha jugado a gran potencia en función de la amplitud de su territorio. Ha buscado alcanzar el mismo estatus que otras potencias europeas en razón a su extensión, de ahí su expansionismo constante, con un objetivo añadido: lograr una salida a mares de aguas cálidas. Muchos dirán que los intereses de la Rusia zarista eran muy diferentes a los de la Rusia soviética, pero si lo analizan bien verán que no hay tanta distancia. Cambiaban algunas ideas, pero, siempre, buscando doblegar a occidente bajo el mandato ruso, bien de manera directa apabullando con su territorio y posición en los acuerdos internacionales, bien por el apoyo a los partidos comunistas de occidente en el caso soviético.

Putin es un gran nacionalista, con tendencias autoritarias de gobierno que en el fondo bebe de los dos grandes regímenes anteriores. Hay que recordar que el líder ruso ha proclamado «obsoleta» la democracia liberal y que considera la ruptura de la URSS como «la mayor catástrofe geopolítica del siglo».  Sin una opinión pública que lo disturbe, ha logrado por medio de injerencias tecnológicas desestabilizar occidente – Brexit, Cataluña (con la promesa de los nacionalistas catalanes de dejarle dirigir el puerto de Barcelona. ¡Qué más podía satisfacer a los rusos!)-, con el control del gas intenta someter la voluntad de las sociedades occidentales a las que previamente contribuyó a modelar financiando las políticas verdes, a través del apoyo a los partidos de extrema izquierda, para que desecharan aquellos medios energéticos que podían hacerle sombra: energía nuclear. Pretende alianzas con Asia para dominar el comercio mundial en aquella zona, la cual presenta un crecimiento económico mucho mayor que la vieja Europa, de ahí que Gran Bretaña no haya dudado en ponerse del lado ucraniano, lo mismo que EE.UU. Putin quiere someter a su voluntad directa o indirecta las zonas limítrofes con su frontera buscando la protección directa de su territorio y un indirecto poder en la expansión territorial. Este admirador del zar Alejandro III, tiene obsesión con mantenerse en el poder rusificando o neutralizando las antiguas repúblicas soviéticas. Ve desorientado a Occidente y con tanques, ataques informáticos, financiación a las izquierdas y propaganda prepara las maniobras para alejar a la OTAN de su centro de poder, controlando Europa oriental y Asia central. Lo de siempre.

Su posición no dista tanto de las de los zares en la Guerra de Crimea de 1853-54 como veremos. Por eso no voy a contar las múltiples batallas de aquel encuentro bélico, aunque las repase por encima, sino sus antecedentes y consecuencias.

En 1815, tras la derrota de Napoleón, se organiza el congreso de Viena y, consiguientemente, se firman una serie de tratados cuya finalidad era restablecer las fronteras de Europa y restaurar el absolutismo propio del Antiguo Régimen. Es decir, su intención era retrotraer a Europa a la situación anterior a la Revolución francesa (1789) y acabar con los movimientos revolucionarios. Del Congreso de Viena devienen diferentes acuerdos. Destacamos en primer lugar, la Santa Alianza; acuerdo tripartito entre Austria, Rusia y Prusia, en el que invocando los principios cristianos buscaban contener el liberalismo revolucionario francés y sus secuelas en Europa. Para ello se conjuraron para intervenir donde fuera necesario para defender la legitimidad monárquica y los principios del absolutismo. Recordemos que estamos ante una Europa con pocos Estado-Nación y un conglomerado de pequeños “estaditos” que comprendían fragmentos de naciones dispersas por el mapa de Europa, en muchos casos, unidos de manera más o menos directa a los tres grandes imperios: el austriaco (o de los Habsburgo), el ruso (o de los Romanov) y el otomano. La llamada a la dinastía en vez de a la nación ya demuestra lo trasnochado de sus planteamientos.

Posteriormente, en el mismo año, se formaliza la Cuádruple Alianza, en el que además de los firmantes de la Santa Alianza fue suscrito por Gran Bretaña. Se firmó como un pacto de seguridad contra Francia, aunque en la práctica se amplió para evitar una nueva guerra europea. Lo más novedoso de su contenido fue su artículo sexto que promovía la celebración de conferencias para llegar a acuerdos sobre los asuntos europeos. ​ En 1818, en el congreso de Aquisgrán, Francia se unió a los acuerdos de la Cuádruple, pasando a denominarse Quíntuple Alianza.

De esta forma, surge la llamada Europa de los Congresos, que se desarrollan entre 1818 y 1822, y donde se discuten las medidas a tomar frente a las inquietudes y desórdenes de carácter liberal o nacionalista. Lo que permitió a Austria intervenir en Italia (Congreso de Laibach- 1821-) y, en el de Verona de 1822, se aprueba la llegada a España de los cien mil hijos de san Luis, y la restauración absolutista de Fernando VII.

La aversión del gobierno británico a las políticas reaccionarias dio lugar a que la alianza cayera en la inoperancia después de mediados de la década de 1820. Sin embargo, fue Rusia la que desde el primer momento realizó operaciones que socavarían aquellos acuerdos buscando ensanchar su territorio y hallar una salida al Mediterráneo.

Las revoluciones de 1830 y 1848 contribuyeron a encender los ánimos en Europa, sobre todo en Francia, contra el sofocante poder ruso. Pero también en otros lugares. No hay que olvidar que poco antes de los acontecimientos de Crimea, Rusia había reprimido una revolución en Hungría y había mediado en el enfrentamiento entre Austria y Prusia.

La guerra de Crimea será el detonante que lamine aquellos acuerdos por mor del interés de Francia en recuperar su condición de gran potencia; de Gran Bretaña por defender sus pasos comerciales y sus intereses económicos en oriente amenazados por Rusia; de los nacionalismos europeos de hacerse presentes, y de Rusia por buscar su expansión territorial.

No era la primera vez que Rusia atacaba a Turquía, casi cada generación había tenido una guerra ruso-turca, la anterior a la que señalamos hoy fue la de 1828-1829 en la que Rusia defendió la independencia recientemente conquistada por Grecia…y aprovecho para anexionarse la orilla izquierda del Danubio.

Las excusas para el inicio de los enfrentamientos fueron variadas, sobre todo, Rusia se justifica en la defensa de los cristianos a los que los musulmanes otomanos maltrataban en aquel imperio. Francia se erigió en el defensor de los monjes católicos en Tierra Santa frente a los ortodoxos que eran defendidos por Rusia. Los ortodoxos eran mayoritarios entre los cristianos de Turquía y, entre éstos, el grueso, eran rusos. Destacaban por su gran fanatismo, que la opinión pública francesa y, sobre todo, inglesa tildó de bestial. Los propios ingleses tenían más simpatía por la flexibilidad de los mahometanos del sultán Abdülmecit I que se habían mostrado más tolerantes que los “bárbaros asiáticos” ortodoxos, a decir de los periódicos británicos. Para muchos rusos en ese momento ser ortodoxo implicaba ser ruso de pleno derecho, y, de igual forma, si uno no era ortodoxo, no era un verdadero ruso.

Francia fue durante siglos el principal pueblo occidental en el cercano oriente. Habían defendido a los cristianos, financiado al Sultán y ya hablaban con él sobre la construcción del canal de Suez. Las declaraciones en favor de los cristianos en Turquía las hizo el zar Nicolás en la primavera de 1853. En principio, como defensa de aquellos cristianos, el zar hizo ocupar los principados danubianos de Moldavia y Valaquia. El fin último de los rusos era tomar Constantinopla, la ansiada puerta al Mediterráneo. Esto suponía una amenaza sobre todo para Austria. Austria intentó mediar, por miedo a que un enfrentamiento con Rusia le llevara a una revolución interna y también en sus posesiones italianas, dónde el reino de Cerdeña ya daba muestras de demasiada actividad. La mediación fracasó. En octubre de 1853, los turcos declararon la guerra a Rusia, y franceses e ingleses se aliaron en favor de los turcos. A los occidentales se unió el pequeño reino de Cerdeña. La pretensión de los sardos era plantear el problema italiano en la conferencia de paz.

Los rusos contaban con que los eslavos del imperio otomano, tras la toma de Moldavia y Valaquia, se sublevaran, pero no fue así. Rusia y Turquía contaban con ejércitos poderosos en el número de efectivos -los turcos apoyados por contingentes egipcios y tunecinos-, pero sus tácticas y armamento estaban obsoletos. Los mejores ejércitos de entonces eran los británicos y sobre todo el francés- el ejército más moderno del momento, con tácticas más actuales, oficiales preparados y soldados bien pertrechados-.

Las naciones occidentales exigieron a Rusia la evacuación de los territorios del Danubio. Pero no hubo respuesta, sino un enfrentamiento abierto entre rusos y turcos. Tras la derrota turca en la Batalla de Sinope, se cerró una alianza entre Inglaterra y Francia, la primera en muchísimos años. Declararon la guerra a Rusia, marzo de 1854, y mandaron sus barcos al mar Negro. Bombardearon el puerto comercial de Odesa y dejaron sin una de las mayores vías de suministros a los rusos. La flota británica bloqueó con éxito a la rusa en sus salidas al mar Báltico y al mar Negro. Los occidentales invadieron territorio ruso desembarcando en Crimea. La guerra en el báltico y en pacífico tuvo una importancia menor y sus enfrentamientos fueron poco decisivos.

Una guerra de dos potencias europeas contra Rusia nunca había existido y podía haber alcanzado una dimensión mundial. Pero la muerte del zar Nicolás en medio de aquella contienda y la neutralidad de las potencias centro europeas – Prusia porque no tenía nada que ganar y Austria porque tenía mucho que perder-, limitaron el conflicto esencialmente al mar Muerto y la península de Crimea.

A pesar de ello, la diplomacia austríaca jugó un papel determinante al movilizar su ejército en Galitzia y obligar a los rusos mediante un ultimátum a evacuar los principados danubianos. A los cuatro meses del comienzo de las hostilidades, la ocupación de Rumanía quedó liquidada.

Pero la guerra no terminó ahí. Británicos y franceses querían acabar con el poder ruso, por ese motivo desembarcaron sus tropas en Crimea el 14 de septiembre de 1854.

El principio del fin ruso en esta contienda lo marca la batalla del río Alma. La victoria aliada encaminó a sus soldados a la toma de Sebastopol. Sin embargo, los aliados no se pusieron de acuerdo en el sistema a emplear, hasta que triunfó la tesis francesa de asediar la ciudad.

La esperanza inicial de una victoria rápida se vio frustrada por la encarnizada resistencia de los defensores, lo que dio lugar a una guerra de trincheras. Allí, el frío, el hambre y las enfermedades causaron decenas de miles de víctimas y más muertos que los propios combates.

Los aliados para aprovisionarse de forma adecuada tomaron los puertos de Kamiesh (parte de Sebastopol hoy en día) y Balaclava, donde se asentaron los ingleses. Pronto Rusia intervino contra ellos. A finales de 1854, tiene lugar la batalla de Balaclava, donde se produce la famosa Carga de la Brigada ligera.

La Brigada ligera, dirigida por Lord Cardigan, se componía de dragones, lanceros (al frente) y húsares (en la retaguardia). Su misión era cargar contra los antiguos reductos de la caballería de los cosacos que habían vuelto a los cuarteles contando con el apoyo de la infantería; pero la caballería británica no veía sus objetivos por el accidentado terreno y llegaron a estar 45 minutos esperando órdenes “coherentes”. Finalmente, y con la insistencia del miembro de estado mayor Louis Nolan, cargaron, pero en dirección equivocada. Se dirigieron contra el centro de la artillería rusa que contaba con 12 cañones, mientras recibían, además, proyectiles del norte y sur desde las colinas donde los rusos estaban posicionados. Sin embargo, convirtieron en éxito el error. Aquel 25 de octubre de 1854, consiguieron arrollar a los cañones rusos y ahuyentar una caballería cosaca, cinco veces superior. El número de muertos y heridos fue enorme. Pero la victoria lo fue también y la heroicidad se recuerda hoy en numerosos poemas: “¿Cómo podría palidecer su gloria? ¡Oh, la salvaje carga que hicieron!” (Tennyson), también Kipling escribió sobre ellos. Aparecen en novelas históricas y en el cine. La más conocida película es “La carga de la Brigada Ligera” de 1936, dirigida por Michael Curtiz con Errol Flynn, Olivia de Havilland y David Niven en los principales papeles, y con cuyas imágenes se creó el video oficial de la canción The Trooper de Iron Maiden, dedicada a aquel acontecimiento https://www.youtube.com/watch?v=X4bgXH3sJ2Q ). Quizá esta fue la última gran batalla de la historia de la caballería. Pero, aunque los rusos hablen de resultado incierto en aquel combate, la verdad es que Balaclava y la brigada ligera lograron que se cerrara el sitio sobre Sebastopol.

Tras ella, los rusos trataron varias veces de romper el cerco, pero fueron derrotados. Así se escriben las batallas de Inkermán y Chernaia. Finalmente, la llegada de refuerzos y el agotamiento de los defensores permitió a los franceses tomar el bastión de Malakoff, lo cual obligó a los rusos a evacuar Sebastopol el 9 de septiembre de 1855. Habían pasado 11 largos meses de asedio. Poco después cae Kars y acaba la guerra con la batalla del mar de Azov. Rusia se ve obligada a pedir la paz, aceptando firmar el Tratado de París, el 30 de marzo de 1856.

Como epilogo cabe señalar que Crimea fue la última guerra antigua y la primera moderna. Las tácticas de combate de los ingleses o el armamento de los rusos eran como en el siglo XVIII, pero se usaron nuevas armas mucho más mortíferas, como la artillería de sitio de gran calibre y los fusiles rayados de los aliados. Sobre todo, se recuerda por la aparición por primera vez en el campo de batalla de médicos, como el gran Nikolái Pirogov en el frente ruso, y enfermeras, como el contingente dirigido por la heroica inglesa Florence Nightingale, precursora de la enfermería profesional contemporánea y creadora del primer modelo conceptual de enfermería que en Crimea dio unos brillantes resultados entre los aliados.

No menos destacada fue la importantísima presencia de periodistas y fotógrafos, y aunque las fotos son retratos posados que no transmiten la crudeza de la guerra, las crónicas de los corresponsales sí lo hicieron, y en Inglaterra tuvieron tal impacto en la opinión pública que causaron la caída del gobierno. Los tabloides ingleses dirigieron la voluntad de las masas obligando a los políticos a seguir las demandas populares. De ahí vendría la confrontación entre dos políticos de distinto signo, Aberdeen y Palmerston, consiguiendo el segundo ser tomado por los periódicos como la voz del pueblo inglés e imponer su opinión intervencionista en materia bélica, haciendo caer al gobierno de Aberdeen por los errores cometidos durante la contienda.

Consecuencias de la Guerra de Crimea fueron:

  • En las condiciones de paz se formalizó la libertad de navegación por el Danubio, la neutralización y desmilitarización del mar Negro. La protección del zar para los cristianos en el Imperio Otomano. Sebastopol sería desmantelado, pero Rusia ganaba territorios en el Cáucaso a costa de Turquía.
  • Supuso el fin del orden nacido del Congreso de Viena de 1815. Los nacionalismos sofocados y adormecidos hasta ahora vieron su resurgir. Así en el propio acuerdo de paz de Paris ya se preveía la independencia para los principados otomanos de Moldavia y Valaquia (unidas como Rumanía) que se constituyeron en un principado autónomo en 1858. El movimiento nacional italiano recibió un impulso a partir de 1857 y lo mismo sucedió con el alemán. Los griegos que formaban la mayor parte de la población de Creta se sublevaron contra los turcos. Las afirmaciones nacionales polacas se iniciaron y manifestaron especialmente a partir de 1863.
  • A pesar de que el movimiento defensivo austriaco fue decisivo para el signo final de la contienda, la gratitud no se da mucho en las Relaciones Internacionales y los intereses austríacos se veían mejor defendidos, en su anacronismo por el momento histórico en que se desarrollaron, con una Rusia fuerte que debilitada. La Guerra de Crimea debilitó a Rusia y a Austria (que fue derrotada por Prusia en 1866).
  • Rusia buscó modernizar el país con las reformas aplicadas por el nuevo zar, Alejandro II. Entre ellas, la abolición de la servidumbre y cambios en la estructura, reclutamiento y entrenamiento del ejército, pero pronto se vieron socavados estos intentos.
  • El apuntalamiento del Imperio otomano tampoco sirvió de fortalecimiento, sino que estuvo bailando en un equilibrio precario, como pondría en evidencia la guerra ruso-turca de 1877-78.
  • Aquel triple debilitamiento de los grandes imperios europeos (Romanov, Habsburgo y otomano) está en los orígenes de la I Guerra Mundial.
  • El resurgimiento de Francia como potencia, tras el ciclo de las revoluciones francesas de 1789, 1830 y 1848. Este era precisamente el proyecto del emperador Napoleón III (1852-70), que ordenó intervenciones militares en China, el Sudeste asiático, México, Senegal y África del Norte.

En España la guerra tuvo trascendencia, aunque en aquel conflicto nuestro país era un aliado menor. España vivió a mitad de siglo un “boom” económico reseñable. Elementos como el Canal de Castilla se finalizaron en 1849 (atravesando media Castilla y León) y los ferrocarriles comenzaron su construcción en 1851. Ello no sólo permitió el nacimiento de un mercado nacional realmente integrado (cosa antes imposible por el encarecimiento del trigo a causa del transporte), sino que llegó incluso a abrir el mercado internacional al comercio cerealista español. Aquel despegue económico coincidió con la Guerra de Crimea. Hay que tener en cuenta que el “granero de Europa” era Ucrania, que surtía a medio occidente; con el conflicto quedó bloqueado y su mercado cerrado. España se vio beneficiada por aquello y en la alegría popular por la prosperidad inesperada se hizo famosa la frase “¡Agua, sol y guerra en Sebastopol!”. Pero la mala estructura del mercado interno y la peor planificación dieron lugar a que la masiva exportación de cereales dejara sin subsistencias al mercado nacional por lo que se produjeron motines internos.

Además, la guerra finalizó y aquella expansión agraria e industrial derivó en una crisis de sobreproducción, disminuyendo los precios, cayendo la exportación, y llegando a abandonarse hasta un tercio de las tierras aradas. La misma bonanza se vio truncada con exportaciones americanas más baratas. Como consecuencia, la población rural española se vio obligada a emigrar.

BIBLIOGRAFÍA

PALMER, R y COLTON, J. “Historia contemporánea” Ed. AKAL. 1980.

RENOUVIN, Pierre. “Historia de las Relaciones Internacionales. Siglos XIX y XX”. Ed Akal. 1982.

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FIGES, Orlando. “Crimea, la primera gran guerra” Ed. Edhasa. 1912.

MALATESTA, Stefano. “La Vanidad de la Caballería”. Ed. Gatopardo Ediciones. 2019.