Este año 2020 se cumplen 190 años de las llamadas revoluciones liberales o burguesas que transformaron el mundo y, sobre todo, transformaron geográficamente Europa. En la historiografía se suele denominar como revoluciones liberales las que nacen de la Guerra de Independencia de Estados Unidos y de la Revolución Francesa de 1879, las revoluciones atlánticas, que señalaba Palmer, para extenderse posteriormente y de manera cíclica con las revoluciones de 1820, 1830 y 1848. A la de 1830, se la llama también “ revolución burguesa”. Si bien esta expresión tiene una especial connotación en la historiografía marxista como inicio del, por ellos así concebido, enfrentamiento de clases, lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, especificado con detalle a partir del Manifiesto Comunista de 1848. Para Engels, a partir de ahora: “La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasa al primer plano de la historia de los países más avanzados de Europa”.
Las consecuencias de la Revolución Francesa y de las manifestaciones revolucionarias de los años 20 habían sido sofocados, aparentemente. Pero, ideológica, cultural y políticamente parte de aquellos románticos, socialistas utópicos, nacionalistas y liberales mantenían sus posiciones intentando encontrar un momento adecuado para aflorarlas. Eso ocurrió en los años 30. Se produce así la segunda oleada revolucionaria del siglo XIX (entre 1830-32) que sacude toda Europa y también los territorios de ultramar y colonias de cada potencia europea. Aún ha de llegar la tercera en 1848. Esta segunda dividió políticamente Europa; en el lado occidental, los regímenes liberal-burgueses y, en el oriental, las monarquías autocráticas.
A diferencia de las revoluciones del 20 de corte nacionalista dirigidas por militares, las del 30 venían promovidas por una burguesía que ocupaba los principales puestos económicos, sin poder político. Buscando ese poder, se levantan contra los antiguos estamentos poderosos, pero, en más de un país, las fuerzas nacionalistas seguían vivas ( en los Balcanes, Serbia y Bulgaria). A su vez, los nacionalistas mezclados con los liberales dirigen el levantamiento griego. Se producen revoluciones en Francia, Bélgica, en parte de Alemania, Italia, Suiza y Polonia…
Hasta 1830 todos los gobiernos europeos, impregnados por la Restauración se habían esforzado por mantener el “Statu Quo” de 1815. Tras 1830, aquella situación fue insostenible. Las grandes potencias de la Santa Alianza se habían conjurado en movimientos de mutua ayuda contra cualquier levantamiento revolucionario. Pero, la revolución de 1830 se inicia en Francia, una gran potencia, lo que impidió que el resto de los países intervinieran.
El mayor avance tecnológico se sitúa en la Europa occidental y allí surge el primer brote revolucionario. Al fin y al cabo, esta es una revolución nacida de la revolución industrial.
La revolución en Francia nace por la represión ejercida por el gobierno francés (Polignac) empeñado en fortalecer una monarquía absolutista y no atender las peticiones liberalizadoras de una parte de la población. En las quejas se unían los liberales, la burguesía y las capas populares. Estas últimas apabulladas por una larga crisis económica y las hambrunas correspondientes. Además de la fuerte represión, el gobierno, a modo de cortina de humo, acentúa el intervencionismo exterior- en África, conquista Argel y, en Europa, ataca la frontera del Rin.
La insurrección la inician periodistas y estudiantes, en las tres gloriosas jornadas (del 29-31 de julio de 1830), termina con el derrocamiento de Carlos X. Por las fechas, se le conoce como «Revolución de julio» o «De las tres gloriosas».La burguesía, por miedo ante el empuje revolucionario que se extiende entre el proletariado, se adelanta y propone una monarquía constitucional que detentará Luis Felipe de Orleans. La monarquía de julio se convierte en el instrumento de la burguesía frente a las demandas sociales del resto de las clases.
Se aprueba una nueva constitución: voto censitario; prohíbe la censura previa; reconoce las libertades políticas; acepta la creación de una Guardia Nacional; aumenta las atribuciones del ejecutivo ( Rey) y de la cámara de diputados. Además, acompaña una buena coyuntura económica. Se inicia una época de prosperidad, en la que el mayor cambio será el cambio de la nobleza por una serie de notables, la laicización del Estado y un régimen de libertades formales. La bandera tricolor se impone. La monarquía orleanista es el gran dique para contener al populacho, que desencadena en una lucha permanente hasta confluir en la revolución de 1848. Tras la cada vez más prospera burguesía se inician una serie de movimientos violentos (París 1832; Lyon y París 1834). A los socialistas utópicos de antes le sucede una nueva generación más radicalizada y pragmática- socialistas proletarios- Proudhon, Blanqui, Blanc. La unión de este proletariado con la pequeña burguesía será el factor que derribe a la larga la monarquía de julio.
Ante el avance de las fronteras del Rin y el miedo a que avanzara la revolución, Inglaterra y Prusia se adelantaron a reconocer la “Monarquía de julio” intentando evitar todo contagio. Metternich (el canciller austriaco), con dudas, y el zar, con disgusto, aceptaron al nuevo monarca, con la misma finalidad de taponar la fuga de la revolución.
La extensión del movimiento por toda Europa fue inmediato, pero el éxito o el fracaso de esas revoluciones se debió a dos componentes: 1) la disposición del gobierno de turno para acoger un cambio constitucional; 2) el juego de las fuerzas de las grandes potencias, cuyas respectivas tendencias influían hacia un lado o hacia otro. Las potencias liberales frente a las partidarias de la Restauración ( Austria, Prusia, Rusia). En este sentido Francia logró de Gran Bretaña un acuerdo de no injerencia en los países que se levantaran contra los gobiernos autoritarios. Como reacción, las potencias de la Restauración firmaron una alianza de defensa mutua.
En noviembre de 1830, cayó el gobierno del partido conservador británico, presidido por Wellington. Comenzaron los preparativos para modificar el sistema electoral, admitiéndola entrada en el Parlamento a algunos sectores de la Burguesía, evitando así una revolución.
Entre los errores del legitimismo, al reordenar el mapa europeo en el congreso de Viena (1815), está el olvido de las realidades nacionales.
Con el fin de establecer un estado tapón entre Francia y Alemania se crea un estado artificial : Países bajos (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). Artificial en todos los órdenes (lingüístico, económico- los holandeses son comerciantes partidarios del librecambismo y los belgas son agricultores o pequeños industriales que requieren protección-, religioso y político).
El legitimista Guillermo de Nassau no tiene suficiente habilidad política como para fundir intereses y actuar como árbitro entre los grandes grupos enfrentados.
Se produjo una marginación de los habitantes del sur (belgas). Con un problema gravísimo en la enseñanza, cuya raíz es un problema religioso entre los católicos belgas y los protestantes holandeses.
Los belgas, además, se acercaron a las ideas liberales, no así los holandeses. Las posturas se radicalizan y con este mar de fondo se produce la revolución liberal en Francia. Los belgas se sublevan, montan un gobierno provisional, proclaman la independencia provocando una guerra civil. Europa se divide. Las potencias tradicionales apoyan al Rey Guillermo y a los holandeses, sólo Francia y Gran Bretaña apoyan a Bélgica. En ese momento, el levantamiento polaco entretiene a los rusos, el Imperio Austro- húngaro bastante tiene con vigilar a los italianos y Prusia se desentiende del apoyo a Guillermo I de Nassau. Todo ello hace que los holandeses renuncien al empeño unionista, aunque no reconozcan a Bélgica hasta 1839.
Bélgica elabora una constitución en 1831 de base censitaria, con la monarquía como forma política del Estado (Leopoldo I) y que reconoce la libertad de cultos.
La independencia belga fue reconocida en una conferencia celebrada a los tres meses en Londres. Papel esencial jugó Prusia, pues temiendo que la guerra civil belga-holandesa se extendiera a toda Europa, se posicionó en todo momento en el grupo de Inglaterra y Francia, dejando su tradicional apoyo a los contrarreformistas.
La misma moderación de Prusia se dio en el caso de Alemania.
La fragmentada Alemania también acusa también los movimientos liberales. Con carácter general en los estados al norte del Main se produjeron cambios constitucionales y monárquicos de índole liberal, con división de poderes, garantías de derechos civiles y sujeción a la ley de los poderes públicos. En 1832, los nacionalistas programan una gran concentración (Hambach-Baviera-) para reavivar el espíritu nacionalista y coordinar sus propósitos. Se trataba de un acontecimiento cultural que se convirtió en un acto de reivindicación liberal y de unificación alamana. A imitación de las banderas tricolores francesa e italiana, se diseñó para la ocasión la bandera tricolor alemana. Hubo algunos disturbios, pero la operación fracasó por el miedo que crea en las potencias vecinas, Austria y Prusia, que deciden intervenir. Los focos subversivos son barridos del sur de Alemania. Sin embargo, el nacionalismo alemán no desaparece, únicamente tiene que cambiar de posiciones de (liberal a conservador) y agruparse en torno a Prusia (Zollverein) a la espera de mejor ocasión.
En Suiza,aun bajo la presión contrapuesta de sus vecinos, Francia y Austria, consiguió modificar las constituciones cantonales y posicionarse en el lado liberal.
Con Suiza, se termina el círculo de los éxitos de la revolución, si bien, España, dará una de cal y otra de arena.
España. La muerte de Fernando VII en 1833 permite aprovechar las disputas dinásticas entre isabelinos y carlistas para implantar un régimen liberal. Los carlistas recurren a las armas; se inicia la guerra civil. Hacia 1840 el antiguo régimen ha sido orillado en España, pero no vencido y sus coletazos se muestran a lo largo de toda la centuria.
Los mayores fracasos se dieron en Polonia e Italia. En ambos casos, las estructuras agrarias de la sociedad no ayudaron al éxito del movimiento nacionalista-liberal, pero las potencias liberales tampoco prestaron el apoyo debido a las dos regiones que buscaban su independencia.
Poloniasale del congreso de Viena totalmente fragmentada y ocupada, sólo Cracovia es una república libre. El reparto se hace entre Rusia, Prusia y Austria. Esta parcelación es nefasta para los polacos porque a la hora de luchar por su independencia tendrán que luchar contra tres potencias. El Zar, Alejandro I, convierte a Polonia en satélite de Rusia. El hermano del zar, Constantino, se encarga del ejecutivo. El legislativo, según la carta otorgada en 1815, está en manos de una minoría ( sufragio censitario muy restringido) dócil a los rusos. El ejercito recibe órdenes de los ocupantes.
El descontento polaco va en aumento, pero con una oposición fragmentada. El partido blanco ( alta nobleza), conservador, no pretende la independencia, sino cierta autonomía. El partido rojo (pequeña nobleza, oficiales del ejercito y profesionales liberales) lucha por la independencia nacional y un régimen parlamentario.
El ejemplo francés, con promesas formales de ayuda, es la chispa que inicia la insurrección en Polonia. Un gobierno provisional declara la independencia en 1831. Pero occidente se inhibe y la división interna facilita la reacción rusa. Tras una dura y sangrienta lucha de nueve meses, en septiembre de 1831, los rusos retornan a Varsovia iniciando un régimen ( estatuto Orgánico de 1832) que elimina todo germen nacionalista polaco. Se produce un movimiento de rusificación, se prohíbe el idioma polaco, se cierran las universidades, se impone la religión ortodoxa, en vez del catolicismo polaco. Sólo el terror mantiene el orden en Polonia, aunque no faltaron intentos de sacudirse el yugo ruso ( 1846,1848, 1863-64) con escaso éxito. Una manifestación popular en París echa en cara a la monarquía de julio el abandono de los polacos, el nuevo régimen actúa reprimiendo a sus ciudadanos con cierta dureza.
En Italia, la corriente liberal nacionalista que había surgido en los años 20 se mantiene, los carbonarios se encargan de ello. El presumible apoyo francés da alas a los libertarios- incluidos los estados pontificios-, sin embargo, el temor a que se radicalizara el ambiente interno, hace que Luis Felipe de Orleans se desentienda del asunto italiano, dejando que la ocupación austriaca sofoque el levantamiento. No hay que olvidar que el primero en solicitar ayuda a Austria fue el Papa Gregorio XVI, en esas condiciones Luis Felipe no podía arriesgarse a enfrentarse al papado. El absolutismo vuelve a apoderarse de los centros de poder italianos hasta 1848.
Como consecuencia de los sucesos de julio en Francia y sus repercusiones, Europa queda dividida. Las potencias de la restauración ( Prusia, Rusia y Austria) firman, en 1833 , diversos acuerdos de ayuda mutua, sobre el que se apoyó Palmerston, el Ministro de Exteriores de Gran Bretaña, para formar la cuádruple alianza en 1834 con Francia, Portugal y España. Decía el británico que “se trataba de una alianza entre Estados constitucionales del oeste, que servirá como contrapeso a la Santa Alianza del este”
La importancia de la revolución liberal de 1830 estriba en ser un escalón más en el camino que llevaba a la Democracia. Revolución democrática es como se conoce a la de 1848, aunque la democracia plena, con plenas libertades, no llegará hasta el siglo XX y no en todas partes, pero aquella revolución de 1830 trajo las bases de un régimen liberal, aún no completo, sin el cual no existirían las democracias actuales. Aquella revolución liberal nos trajo esencialmente:
. Un profundo cambio social que garantizó el poder de la burguesía y la instauración de un orden clasista basado en la riqueza y no en los privilegios.
. Ampliación de la participación política, aunque aún estamos ante un sufragio censitario.
.Defensa de las libertades y derechos individuales. Especialmente de este momento histórico son las de pensamiento, conciencia, opinión, prensa y asociación, aunque todavía existen algunas restricciones.
. Afianzamiento del principio de Soberanía nacional que procedente de la Revolución Francesa y la Ilustración, se había resentido en la Restauración. Desde ahora será complicado obstaculizar el concepto de que la Soberanía reside en el pueblo y no en el Rey.
.Consiguientemente, establecimiento de un orden jurídico, manifestación de la Soberanía Nacional, mediante una ley fundamental- Constitución-. Tampoco era nuevo, pero desde ahora es irreversible, al menos, su existencia, más democrática o menos, según los momentos de la Historia. Y con ella, la aparente separación de poderes que irá adquiriendo firmeza con el tiempo; la teórica igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley.