LOS 5 DE CAMBRIDGE O EL ORIGEN DE JAMES BOND

Para empezar el año algo de divertimento que, de manera colateral, afectó a España; de modo más cercano, a todo occidente y, directamente, a Gran Bretaña.

Para conocer el contexto personal de nuestros protagonistas debemos remontarnos a 1820. Aquel año en la Universidad de Cambridge se creó una sociedad secreta de estudiantes cuya finalidad eran los debates intelectuales; se denominó “Cambridge Conversazione Society”, siendo más conocida como los Apóstoles, por ser 12 sus miembros fundadores. Esta sociedad adquirió cierta notoriedad a principios del siglo XX por formar parte de ella Bertrand Russell (filósofo), Ludwing Wittgenstein (filósofo), E.M Foster (escritor), Lytton Strachey (escritor) y John Maynard Keynes (economista), que al tiempo eran miembros de otro grupo: Bloomsbury- llamado así por el barrio londinense en el que Virginia Woolf tenía una casa en la que se reunía este grupo-. Se dieron a conocer entre el gran público por un acto de gamberrismo en el que ofendieron a la Navy para ganar notoriedad contra la moralidad victoriana a la que detestaban y contra la clase media- alta o burguesa que la sostenía, y a la que todos ellos pertenecían. Su obra y actos contribuyeron a conformar la cultura británica del S. XX.

En ese entorno elitista, intelectual, de niños ricos y, en ocasiones, un tanto aburridos de sí mismo y de su vida, surge, de nuevo entre los apóstoles, otro grupo; en esta ocasión, de 5 miembros: Anthony Frederick Blunt, Guy Francis De Moncy Burgess, Donald Duart Maclean, Harold Adrian Russell “Kim” Philby y John Cairncross. Todos ellos estudiantes en la Universidad de Cambridge y en concreto en el Trinity Collage y que fueron conocidos como los 5 de Cambridge o Circulo de Cambridge. Pero su fama no llegó de la mano del estudio y el análisis intelectual sino por haber sido reclutados en los años 30 del S. XX por el NKVD, futuro KGB, soviético para ejercer de espías.

La NKVD decidió por aquellos años elaborar un plan para infiltrarse en el servicio de inteligencia británico. La estrategia pasaba por reclutar personal de una universidad respetada, y contactar con jóvenes y brillantes estudiantes a los que creía capaces de escalar posiciones en el Foreign Office (el Ministerio de Asuntos Exteriores) o en las agencias de inteligencia.

Todos ellos destacaban como estudiantes y simpatizaban con la doctrina comunista. En la novela “el Sexto hombre”, su autor, Charles Cumming se plantea si hubo una célula soviética en Oxford como la de Cambridge. En un momento dado, el protagonista dice “en Oxford como en Cambridge todos éramos comunistas”. Es decir, que la URSS se ahorró el reclutamiento: sólo tuvo que seleccionar. Y lo hizo utilizando los demonios particulares de cada cual (del alcoholismo a la homosexualidad pasando por el dinero o todo junto). Aquellos jóvenes miembros de las élites británicas resultaban poco sospechosos de simpatizar con el régimen soviético. Stalin no buscó a jóvenes abiertamente comunistas, pertenecientes al partido Comunista británico, porque hubieran sido fácilmente identificables y, además, por su estatus social, su pertenecían a clases sociales trabajadoras, difícilmente se les hubiera permitido ingresar en el alto y exclusivo mundo del funcionariado británico compuesto esencialmente por estudiantes de Oxford y Cambridge.

Aquellos estudiantes de Cambridge no fueron los únicos de los” Apóstoles” acusados de espiar para los soviéticos, hubo sospechas de alguno de los miembros del Bloomsbury, pero no hay datos ciertos y publicados más que de los cinco señalados, y no sólo por los servicios secretos británicos, sino que se han encontrado sus datos en diversos archivos soviéticos sacados a la luz por la deserción de algunos espías o funcionarios rusos. Por ejemplo, entre 1944 y 1955 el coronel del KGB Yuri Modin controló la información facilitada a la URSS por los cinco de Cambridge, sobre la que luego escribió un libro; o en 1961, cuando el agente del KGB Anatoly Golitsin decidió desertar y presentó ante los británicos un catálogo de pruebas irrefutables que inculpaban a Philby y a sus compañeros de Cambridge;  o por los datos del llamado archivo Mitrojin, elaborado por el comandante ruso Vasili Mitrojin y sacado por éste de su país en 1992, al tiempo que desertaba al Reino Unido (este expediente estuvo guardado el Centro de Archivos Churchill, de la Universidad de Cambridge y se divulgó parte de su contenido por primera vez en 2014). En ese expediente se tilda a los cinco de “borrachos incapaces de guardar un secreto”. Sobre su amor al alcohol veremos que algo de razón tenía, pero sobre su capacidad para guardar secretos quizá fuera mayor de la explicada por el comandante ruso o, en caso contrario, los servicios secretos británicos alcanzarían un grado de ineptitud demasiado elevado al no haberlos descubierto en años de actividad: desde mediados de la década de 1930 a principios de los años 60.

La idea soviética de buscar candidatos a espías entre las clases altas tuvo sus frutos más que visibles a finales de los años 30 cuando los cinco de Cambridge ya eran amigos de influyentes políticos, algunos trabajaban en puestos destacados en los servicios secretos británicos o eran importantes diplomáticos. Veamos sus acciones. 

GUY BURGESS, cuyo nombre en clave fue “Hicks”, era un burgués que estudió en los lugares más elitistas: Eton College y el Trinity College. En Cambridge se graduó brillantemente y fue allí donde se hizo comunista. 

En 1935, ya estaba al servicio de la inteligencia soviética. Se colocó en puestos estratégicos en la BBC, como director de un programa de radio que le permitiría entrar en contacto con numerosos políticos, en el MI5, el MI6 y el Foreing Office. Entró en la red de las agencias británicas y norteamericanas, y fue destinado a Washington. No duró mucho en la capital de Estados Unidos debido a los escándalos públicos, y fue devuelto al Reino Unido en 1950. Al año siguiente, huyó a la URSS con MacLean porque estaban a punto de ser descubiertos. Su estancia en la URSS fue todo menos cómoda puesto que su homosexualidad no era aceptada con agrado por los comunistas rusos.

Burgess tenía una mente excepcional, era el más inteligente de todos, pero, pendenciero y borrachín, le gustaba llamar la atención. Poco antes de huir a la URSS, en 1951, fue amonestado por sus jefes en el MI6 por su excesivo consumo de drogas y alcohol.   Mitrojin cuenta que en una ocasión cuando salía de un pub en condiciones lamentables, se le cayó al suelo uno de los documentos que había sacado del Foreign Office y a punto estuvo de ser descubierto.

Bajo la fuerte influencia del alcohol o sereno, la verdad es que Burgess entregó al KGB más de 389 papeles considerados confidenciales por la inteligencia británica en los primeros seis meses de 1945, junto con otros 168 en diciembre de 1949, entre los que destacan documentos secretos de la estrategia militar de occidente.

DONALD MACLEAN, «Homer» como nombre en clave. Inteligente, discreto, otro brillante alumno de Cambridge, que, en su caso, ingresó en el Cuerpo diplomático en 1934.

MacLean era hijo de Donald MacLean, líder del Partido Liberal entre 1918 y 1920. Tuvo una educación izquierdista, y cultivó la amistad de James Klugmann, historiador del Partido Comunista británico, y de Roger Simon, laborista. Ya en Cambridge lo reclutó, otro de los cinco, Anthony Blunt para los servicios secretos soviéticos. Llegó a ser primer secretario y luego jefe de cancillería en la embajada británica en Washington, D.C., entre 1944 y 1948. Asumió el cargo de secretario de la Comisión Conjunta anglo-norteamericana de Desarrollo Atómico. Esto permitió a MacLean pasar información a la URSS sobre la fabricación de la bomba de uranio, de los acuerdos entre Churchill y Roosevelt o de la formación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Además, por su cargo, ayudó a formular la política angloamericana para la Guerra de Corea. Posteriormente, fue destinado a El Cairo, donde comenzó a tener una vida disipada por lo que fue enviado a Londres en 1951 (al igual que Burgess, estaba más tiempo borracho que sereno, y al parecer llegó a contarle a una amante su trabajo como agente doble). Cuando el MI5 le pisaba los talones escapó con Burgess a la URSS. Fue Philby el que les puso sobre aviso y Blunt quien les ayudó a organizar la fuga. No se volvió a saber de ellos hasta que en 1956 dieron una rueda de prensa en Moscú afirmando su condición de agentes dobles, pero, según ellos, con la finalidad de mejorar las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Soviética.

Maclean está considerado como el espía que más datos aportó a la URSS sobre los planes atómicos de las potencias occidentales. Se cree que sus servicios contribuyeron al bloqueo de Berlín. Es evidente que no debieron ser poco importantes los documentos enviados cuando el KGB lo condecoró.

HAROLD PHILBY, “Stanley» de nombre en clave. Fue posiblemente el más importante agente doble de la guerra fría. En su vida civil le apodaban “Kim” por la novela de Rudyard Kipling y su nacimiento en la India, porque su padre era oficial del ejército británico. Es posible que se hiciera marxista por la influencia de uno de sus profesores, el economista inglés Maurice Dobb. Con sólo 22 años ya tuvo contactos con el KGB. Su primer trabajo como espía tendría lugar en Viena. Allí conoció a su primera esposa, Litzi Friedman, que era espía soviética y actuó de correo entre los comunistas austríacos proscritos y sus correligionarios de París, Praga y Budapest. De vuelta a Londres, es captado por los servicios secretos soviéticos a través de la figura de Arnold Deutsch que también había huido a Londres perseguido por la Policía vienesa, si bien no por comunista, sino por pornógrafo. El primer intento de Philby de entrar en los servicios secretos británicos resulta fallido, debido a su conocido perfil promarxista. Decide cambiar de táctica. Interrumpe el contacto con sus colegas de Cambridge y pregona a los cuatro vientos que ha cambiado de pensamiento político, gracias a lo cual consigue un trabajo en la publicación liberal “Review of Reviews”.

En 1936, se unió a la Liga de amistad anglo-alemana, una organización fascista, y un año después consiguió ser asignado como corresponsal del periódico “The Times” para cubrir la Guerra Civil española. Sus reportajes para el diario londinense fueron los más favorables para el bando nacional. Se dice que los de Stalin le encomendaron asesinar a Franco. Muchas fuentes niegan esta posibilidad por ser misión casi imposible para un novato que ejercía de periodista. Pero ninguno duda que aquella estancia en España fue una prueba más de los rusos para saber si podían confiar en él. No mató a Franco ni siquiera lo intento cuando estuvo cerca del general, pero su capacidad de camuflaje puede valorarse con sobresaliente. Ayudó a esa tarea de pasar por simpatizante del franquismo un extraño accidente que tuvo lugar a comienzos de 1938 cuando el camión en el que viajaba fue alcanzado por un obús soviético. Sus tres compañeros murieron y él resultó herido leve.

Su pretendida adhesión a la causa bien expresada en sus artículos, sus amoríos con alguna aristócrata extranjera que simpatizaba con la causa nacional y el incidente del camión llevaron a Franco a condecorarlo en persona, en Burgos, el 3 de abril de 1938, con la Cruz Roja al Mérito Militar. 

En 1939, se traslada a Francia, donde coincide con Maclean, y al comienzo de la II guerra Mundial, ambos regresaron a Londres.  En el verano de 1941, el MI6 reclutó a Philby para trabajar en la sección de contraespionajeDesde ahí ascendió hasta dirigir la Sección IX, dedicada al contraespionaje soviético, donde tuvo acceso a papeles del Foreign Office, el MI5 y el Almirantazgo.

Sus exhaustivos y detallados informes permitieron que los soviéticos estuvieran al corriente de los avances británicos destinados a descifrar “enigma” (mecanismo que codificaba y descodificaba los mensajes secretos enviados por los alemanes durante la guerra). O a que descubrieran y asesinaran a decenas de agentes británicos y estadounidenses infiltrados en el KGB.

Poco después de la conclusión de la guerra, el MI6 destinó a Philby a Turquía. En Ankara, el cónsul general soviético, Konstantin Volkov, manifestó a los británicos su intención de desertar y destapar la identidad de agentes británicos que trabajaban para el KGB. Philby actuó con diligencia. Consiguió que agentes soviéticos llevaran a Volkov a Moscú para matarlo antes de que obtuviera el pase que debía llevarle a Occidente. Philby nunca fue capaz de matar a alguien con sus propias manos, pero sí de mandarlo hacer.

En 1949, Philby abandona Turquía y es enviado a Washington para ejercer de enlace entre la CIA y el MI6. Allí coincide con Burgess y Maclean. Los réditos de la colaboración de los tres espías fueron extraordinarios. Allí dio su golpe más letal: informó a los soviéticos de un plan en curso para el envío de combatientes anticomunistas a Albania.

A principios de 1951, justo antes de que Burgess regresara a Londres, Philby descubría que la CIA había elaborado una lista de cuatro sospechosos, todos diplomáticos, en la que aparecía Maclean. La huida de Burgess y Maclean puso al descubierto a Philby. La estrecha relación que mantenían levantó inmediatas sospechas, y la inteligencia británica decidió cesarle de sus funciones.

El KGB se apresuró a ofrecerle la posibilidad de desaparecer, pero Philby mantuvo la calma. Su decisión fue volver a Inglaterra, hacerse el ofendido y presentarse como una víctima de la caza de brujas que McCarthy estaba llevando a cabo en Estados Unidos. El MI5 buscaba pruebas que le inculparan. Pero no aparecían. Tras ser declarado inocente, convocó una rueda de prensa para reivindicarse públicamente.

Pero, en diciembre de 1961, el agente del KGB Anatoly Golitsin decidió desertar, y presentó ante los británicos un catálogo de pruebas irrefutables que inculpaban a Philby y a sus compañeros de Cambridge. Philby, como de costumbre, se resistía a abandonar, pero ya era demasiado tarde. En 1963, un antiguo colega suyo del MI6 tras una descomunal borrachera, consiguió arrancarle una confesión no escrita. Al día siguiente, tras darse cuenta del error cometido, tomó un barco que le llevaría a la Unión Soviética para siempre.

El agradecimiento soviético fue tal que hasta se emitió un sello con la cara de Philby. Stalin siempre receló de él, considerándole agente triple; la realidad es que Kim rechazó la consideración de agente doble, y por supuesto la de triple, considerándose sólo agente soviético. Cualquier servicio que prestara a su patria debe entenderse ejecutado por mantener su apariencia de fiel servidor público y poder así seguir desempeñando su importante función al servicio del comunismo internacional.

ANTHONY BLUNT, el cuarto hombre, es uno de los casos más curiosos. Era aristócrata, criado en un ambiente conservador y anglicano. En Cambridge despuntó como historiador del arte, especialmente medieval y moderno. A partir de 1937 publicó decenas de artículos y libros académicos con los que estableció en gran medida la historia del arte en Gran Bretaña. Fue una autoridad en la pintura del siglo XVII, en particular la de Nicolas Poussin. Fue responsable durante decenios de la pinacoteca real, primero durante el reinado de Jorge VI y luego durante el de Isabel II, que le nombró protector de la colección de arte del Palacio de Buckingham, le dio el título de Ser e incluso fue reconocido con el título de “Caballero comandante de la Orden Victoriana”. 

La NKVD, captó a Blunt en 1931, cuando tenía 25 años. En 1935 viajó al país de Stalin y regresó al Reino Unido más marxista-leninista que nunca.  Su nombre como espía era «Johnson».  Consiguió infiltrarse en el Ejército como capitán en la Policía de Seguridad de Campo, y se trasladó a Francia en 1939. También comenzó entonces su relación con el MI5, el servicio de inteligencia interior británico.

Fue denunciado en 1964 por Michael Straight- un espía reclutado por el propio Blunt-, pero el aristócrata evitó la cárcel a cambio de su colaboración (desveló la red de espionaje soviético en el Reino Unido), le concedieron inmunidad. Aunque la reina fue informada, su pacto, del que era participe el primer ministro de la época, sir Alec Douglas- Home, le permitió seguir siendo una de las figuras más valoradas y apreciadas de la alta sociedad británica, amigo de la Reina, académico ejemplar, erudito y autor respetado. No fue hasta 1979 cuando Margaret Thatcher, la primera ministra británica, que no se andaba con bromas con el comunismo, desveló su traición y el escándalo se trasladó a la opinión pública. Se le despojó del título de Ser y adquirió desde entonces el de traidor. En 2009, la Biblioteca Británica dio a conocer al público las memorias de Blunt. Aunque escribió que ser un espía soviético fue «el mayor error» de su vida, Blunt no proporcionó mucha información sobre su trabajo de espionaje.

JOHN CAIRNCROSS.  Se tardaron años en descubrir que el quinto hombre era John Cairncross (su identidad no trascendió hasta 1990. Un desertor soviético del KGB, Oleg Gorievsky, lo delató). No obstante, había sido pillado por los servicios secretos británicos en 1951 por una nota que había pasado a Burgess.

Después de un duro interrogatorio, en el que confesó que fue fichado por los soviéticos en 1937, fue despedido del MI5 y emigró a Estados Unidos. Había entregado a los comunistas, entre otras muchas cosas, los códigos Lorenz para descifrar los mensajes del alto mando británico. Debido a su paso por el MI6, el Proyecto Manhattan para construir bombas atómicas pasó inmediatamente a los rusos.

Hijo de un ferretero y una maestra de escuela, Cairncross se graduó en la Universidad de Glasgow en 1933 con una licenciatura en alemán y francés. Estudió lenguas modernas en la Sorbona de París y luego en el Trinity College de Cambridge. En Cambridge frecuentó los círculos de izquierda y conoció a otros miembros de la futura red de espías, pero no encajaba con los jóvenes pulidos de la alta sociedad y siguió su carrera fuera del círculo elitista de los otros miembros del círculo de Cambridge. Su inteligencia le llevó a aprobar unas oposiciones para entrar en el Foreign Office en 1936 con la calificación de sobresaliente. Allí asciende hasta logar ser miembro del gabinete del Foreign Office, lo que le pone en contacto con el informe MAUD, es decir, con las posibilidades de desarrollar la bomba atómica por parte británica. También trabajó como traductor de los códigos alemanes, que pasó a los soviéticos, hecho relevante para los movimientos del frente oriental durante la II Guerra Mundial.

En Estados Unidos desarrollo una carrera brillante como profesor de literatura en diversas universidades.

Tras ser descubierto en 1990, Cairncross regresó a Inglaterra y preparó sus memorias, que se publicaron después de su muerte bajo el título de “The Enigma Spy” (1997). Cairncross insistió hasta el último día de su vida en que nunca había traicionado secretos que dañaron a Gran Bretaña, y no se avergonzó de admitir que le había dado a la Unión Soviética información que utilizó para obtener su gran victoria en la Batalla de Kursk.

Kim Philby murió en Moscú en 1988, 25 años después que Burgess y cinco más tarde que Maclean. Anthony Blunt falleció en el Reino Unido en 1983. Cairncross, tras vivir muchos años en Francia, murió en Herefordshire, Inglaterra en 1995. Todos ellos murieron en soledad.

Tras revelarse la historia de estos agentes algo cambió en el sistema de inteligencia británico. En ocasiones con discreción, así, tras el desenmascaramiento de Philby, no se produjo ningún movimiento aparente en la opinión pública, todo fue llevado con la máxima discreción. En aquel momento los problemas se acumulaban en las esferas políticas pues no sólo tenían espías infiltrados, sino que habían surgido algunos escándalos notables (el caso Profumo- un alto político conservador se había relacionado con una prostituta vinculada a un agregado naval soviético- acaparaba las portadas de todos los periódicos británicos). En tales circunstancias el gobierno procuró no avivar el escándalo. Pero puso manos a la obra.

El caso de Cambridge reveló en gran parte el papel que en la sociedad británica tienen los privilegios, y hasta qué punto el culto a la posición social y económica puede ser confundido con los límites de lo políticamente aceptable.

Además de un latigazo a la conciencia común, aquellos espías fueron fuente de inspiración de multitud de novelas. La década de los 50 y 60 fue la edad dorada de este tipo de literatura. Muchas de esas obras se inspiraron en los cinco de Cambridge; así, además de la señalada de “El Sexto Hombre” de Charles Cumming. John Le Carré, quien trabajó para el MI6 cuando estaba dirigido por Philby, se inspiró en su historia para la novela “El topo”. También Graham Green, informador del MI6, escribió “El tercer hombre” y “Nuestro hombre en la Habana”. Pero quizá el caso más llamativo y perdurable fue el inesperado, o no, lavado de imagen para los servicios de inteligencia británicos con la creación por parte de Ian Fleming, en febrero de 1953, en su novela “Casino Royale” de la figura del espía total. El comandante James Bond se erigía en el paradigma del espía infalible, afiliado al servicio de inteligencia británico, hoy MI6. El agente especial 007 pronto se transformaría en el embajador perfecto de Gran Bretaña y de sus servicios de inteligencia cuando más falta hacía. Mezclado, no agitado.

 

BIBLIOGRAFÍA

OPPENHEIMER, Walter «Un espía desempolvado. Ven la luz las memorias de Anthony Blunt, ex informador al servicio de la URSS». El País, 24/07/2009.

MACINTYRE, Ben. “Un espía entre amigos: la gran traición de Kim Philby”. Ed Crítica. 2017

MODIN, Yuri Ivanóvich. “My five Cambridge friends: Burgess, Maclean, Philby, Blunt, and Cairncross by Their KGB Controller”.  Ed New York: Farrar Straus Giroux. 1995

 

2 comentarios sobre “LOS 5 DE CAMBRIDGE O EL ORIGEN DE JAMES BOND

  1. Otra estupenda entrada del blog con más miga de lo que el espacio permite . Como bien señala la autora, la combinación de la sociedad mas clasista de Europa con la élite universitaria es caldo de cultivo perfecto para la aparición de figuras con egos perfectos para convertirse en topos comunistas ( cobrando algo en el entretanto) . Es curioso también que Inglaterra, uno de los países más expertos en auto propaganda nacional , ha repetido la jugada de la creación de James Bond como respuesta a la crisis de imagen de sus servicios secretos con la más reciente trilogía sobre otro servicio secreto, Kingsman, que es una respuesta a la crisis de confianza nacional debida al Brexit y que , especialmente en su última película lanza el mensaje actualizado de “ Britain rules the waves” …para quien quiera creérselo ….

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