ANDRÉS DE URDANETA Y EL TORNAVIAJE.

La grandeza de la Historia de España no se entendería sin personajes excepcionales. Hoy traigo a colación a una de esas personas que siendo de una brillantez y capacidad enormes, es muy poco conocido por el público en general. Otra muestra más de lo mal que se estudia la Historia de España y de lo mal que recordamos a nuestros héroes.

Héroes los hay de muchas formas, no sólo el que batalla con valentía, también lo es o el que tiene la inteligencia, capacidad de estudio y arrojo de encontrar soluciones científicas a su quehacer. Entre estos destaca Andrés de Urdaneta.

Andrés de Urdaneta nació en Ordizia (Guipúzcoa) a finales de 1507 o principios de 1508. Sus padres, Juan Ochoa de Urdaneta y Gracia de Cerain, pertenecían a la burguesía goierritarra, lo que les permitió dar una buena educación a su hijo. Que ya desde pequeño destacó por su talento, agudeza y capacidad para el estudio y la observación

Andrés, se embarcó por primera vez, con 17 años, en la expedición que García Jofre de Loaysa dirigió con la intención de colonizar las islas Molucas, ricas en especias, cuya propiedad se disputaban España y Portugal. Las especias era una de las fuentes de riquezas de la época y todos querían apropiarse de ellas. La expedición salió de La Coruña el 24 de junio de 1525 y entre sus integrantes figuraba Juan Sebastián Elcano además de nuestro protagonista. Elcano mandaba la nave Sancti Spiritus, en la que embarcó Urdaneta, en un cargo sin especificar, pues, aunque por edad, podría pensarse que entró de grumete, la verdad es que su formación le llevó a empresas más elevadas como lo demuestran hechos como los siguientes: firmó como testigo documentos trascendentales como el testamento de Elcano (todos los marinos hacían testamento antes de embargarse y, en este caso, con gran sentido porque Elcano murió en esta travesía), asumió pronto diversas responsabilidades y escribió un diario en el que se mostraba conocedor de la situación náutica y crítico con la navegación de Elcano, con aseveraciones que se mostraron acertadas.

Aquella travesía se tradujo en una sucesión de desastres, especialmente en el momento de dar la vuelta hacia el Pacífico en el estrecho de Magallanes. De las siete naves que componían la expedición, tres no llegaron a cruzar el estrecho y otras tres desaparecieron por diversas vicisitudes. Además, casi todos los tripulantes murieron por enfermedad, especialmente por el escorbuto al no haber planificado adecuadamente la provisión de fruta y agua. Sólo la nao Santa María de la Victoria alcanzó Mindanao y posteriormente las Molucas.

Urdaneta permaneció 9 años en estas islas, demostrando sus dotes de diplomático, estratega y observador. Allí adquirió, por el análisis de los intentos fracasados de diversas expediciones españolas de retornar a América por el Pacífico y del trato con navegantes asiáticos, conocimientos sobre el clima y la navegación local que resultarán cruciales para su gran aportación a la náutica, lo que le hizo grande a él y a España: el tornaviaje de 1565.

El 22 de abril de 1528, Carlos V vendió a Portugal sus pretendidos derechos sobre las Molucas (Tratado de Zaragoza, 1529). Urdaneta regresa a España vía Cochín (India), cabo de Buena Esperanza y Lisboa concluyendo una vuelta al Mundo, la segunda. Llegó a Lisboa el 26 de junio de 1536. A su llegada, los portugueses le requisaron toda la documentación de que era portador, que incluía los derroteros de los viajes de Loaysa, mapas y todas sus memorias.

Una vez más, demuestra su capacidad reconstruyendo de memoria aquellos datos que había recopilado. Tras huir de Portugal, entregó aquel relato en la Corte y en el Consejo de Indias donde apreciaron su gran conocimiento y precisión detallista.

Poco después se enrola en la expedición que Pedro de Alvarado estaba preparando hacia Nueva España con la intención de continuar, desde América por el Pacífico, hasta las islas especieras. Zarparon de Sevilla el 16 de octubre de 1538, pero a su llegada a México la segunda parte de la expedición quedó en suspenso por las malas relaciones de Alvarado y el virrey. Éste le ordenó al extremeño que antes de zarpar para las Molucas debía sofocar la rebelión de los indios en Nueva Galicia (actuales estados mejicanos de Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas, Sonora y otros, y los territorios estadounidenses de Tejas, Nuevo México y California). Alvarado muere en estos enfrentamientos.

Urdaneta permaneció en México ocupándose de diversas cuestiones. Entre otras, escribe un relato sobre variados temas en relación con la navegación por el Caribe, la formación de los ciclones tropicales, la reproducción de las tortugas marinas o la curación de las fiebres tropicales.

En 1553, todavía en México, ingresó en la orden de los agustinos, muy implicados en la educación de las élites indígenas. No hay muchos datos acerca su actividad religiosa pero sí sabemos que perseveró en sus actividades náuticas, ya que participó en alguna expedición y que mantuvo relaciones con diversos conquistadores.

El 24 de septiembre de 1559, Felipe II ordenó al virrey el envío de una expedición a las Filipinas, sin tocar en el área de las Molucas, en cumplimiento del Tratado de Zaragoza, con el objetivo de descubrir la ruta de tornaviaje- es decir la vuelta desde las islas especieras a Nueva España por el Pacífico. Ruta que hoy nos parece de lo más normal pero que supuso un considerable hallazgo. El virrey pidió a Felipe II que ordenara participar a Andrés de Urdaneta en la expedición como cosmógrafo. Así lo hizo, acompañado de otros 4 frailes agustinos, pues el objetivo de rey Felipe era doble: fomentar el comercio y la evangelización de la zona.

Urdaneta, inicialmente, redactó las instrucciones para el viaje, buscando el derrotero que a él le parecía más seguro para desde allí emprender la vuelta y éste, para él, era Nueva Guinea lo que le hubiera conducido a Australia, más que a Filipinas. Sin embargo, tras diversas vicisitudes, las órdenes oficiales no conocidas hasta estar en altamar orientaron la expedición definitivamente hacia Filipinas.

Felipe II sabía que las Filipinas caían en la demarcación portuguesa según el Tratado de Tordesillas (https://algodehistoria.home.blog/2022/02/04/el-tratado-de-alcazobas/ ), pero también era sabedor de que en Filipinas no había portugueses. La importancia económica de las Filipinas no era muy grande, de ahí que nadie, sobre todo los portugueses, se preocuparan por la llegada de los españoles, para establecerse en ellas. Sin embargo, los portugueses no supieron ver que la importancia de estas islas estribaba en la proximidad y facilidad para acceder a las costas chinas y a sus productos y comercio.

Para consolidar el dominio de Filipinas y establecer un puente comercial con China era imprescindible, sin embargo, hallar una ruta de retorno a través de Pacífico hasta Nueva España. Cinco intentos anteriores de tornaviaje habían fracasado.

La expedición zarpa, al mando de Miguel López de Legazpi el 21 de noviembre de 1564 del puerto de La Navidad, en Nueva España. Urdaneta dio pruebas sobradas de la precisión de sus cálculos y su conocimiento del inmenso Pacífico. El 21 de enero de 1565, avisaba de la proximidad de la isla de Guam, avistada al día siguiente; los pilotos de la expedición creían estar ya en Filipinas, pero no era así, como bien vaticinó Urdaneta. No sin varias vueltas por diversas islas y poblaciones para aprovisionarse, cosa que consiguieron, no sin dificultad, gracias al conocimiento del idioma malayo que hablaba Urdaneta, se instalaron en Cebú en abril.

En mayo, Urdaneta comunicó a Legazpi su disposición a realizar el viaje de vuelta, el tornaviaje. Para ello contaba con la nao San pedro, a la que consideraba la más apropiada para aquella aventura y al frente de la misma, como capitán, al sobrino de Legazpi, Felipe Salcedo, que, si bien era joven, era un buen navegante. Al amanecer del 1 de junio de 1565, salió de su fondeadero de la isla de Cebú camino de Nueva España la nave española por la ruta estudiada por Urdaneta. Bordeó Filipinas hacia el norte, camino de japón. El día 9 de junio, la nao navegaba ya en mar abierto. Había llegado el momento de poner rumbo nordeste donde esperaba encontrar vientos favorables. Los pilotos iban anotando rumbo y distancias y el día 17 creían hallarse en 18.º N y poco después (21 de junio, día del Corpus) avistaron una isla en el punto que hoy se denomina Parece Vela o Okino-Tori (20.º 32’ N, 136.º 13’ E). El primero de julio la nave está a la altura del paralelo 24º de latitud norte, más o menos frente a Taiwan. El 3 de agosto alcanzó los 39°, hasta llegar al paralelo 42°, es decir, la latitud del norte del Japón. Esta ruta, mucho más al norte de las seguidas por los que fracasaron con anterioridad, era más larga, pero evitaba la influencia negativa de los vientos alisios, que en los intentos anteriores había dificultado e impedido la navegación. A partir de aquí el barco gira al este, siguiendo la corriente marítima del Kuro Shivo, en dirección a lo que es hoy Estados Unidos. Los vientos les permitieron avanzar a mayor velocidad que los días precedentes. Pero el problema surgió de las provisiones, a pesar de que Urdaneta había mejorado con mucho el aprovisionamiento de futas y verduras de expediciones anteriores. La carne y el pecado, así como la verdura fresca se habían acabado hacía ya días, y el menú consistía en arroz o maíz, pan seco y garbanzos rociados con un poco de vino de palmera. A mediados de agosto con mar gruesa y aguaceros de mediana virulencia, determinaron poner rumbo al SO.

El escorbuto había hecho su aparición y el número de enfermos iba en aumento.

El 1 de septiembre, justo tres meses después de la salida, murió el primer marinero enfermo, al que siguieron otros. El 18 de septiembre de 1565, avistaron una isla a la que Salcedo bautizó como la Deseada. No estaban aún en el continente, pero sí cerca. Avistaron tierra el 26 de septiembre de 1565, era la costa de California, superado el cabo Mendocino (al norte de la actual San Francisco) y, de aquí bajando por la costa de México, el 1 de octubre, entró la San Pedro en el puerto de la Navidad, con la tripulación muy mermada. Urdaneta, recordando lo mal sano del puerto de la Navidad con las pocas condiciones que reunía para la asistencia hospitalaria (hay que recordar que de doscientos tripulantes sólo quedaron dieciocho activos al terminar el viaje. El resto o había muerto o estaban enfermos), decidió sugerir a Salcedo que se dirigiera a Acapulco, donde llegaron el 8 de octubre de 1565.

El viaje de vuelta había durado cuatro meses y ocho días.

Todo quedó anotado minuciosamente por la propia tripulación, empezando por Esteban Rodríguez, piloto mayor del barco, y excelente cronista de la expedición hasta su muerte, – su crónica la completo su sustituto, Rodrigo de Espinosa–.

Urdaneta no cuenta gran cosa, pero sí se sabe que fue el primer europeo que constata la circulación de los vientos en el anticiclón del Pacifico, dando así con una de las claves para el éxito del viaje.

Urdaneta es recibido por la Audiencia de México, tras su hazaña, volvió a España para informar al rey de los primeros pasos de la conquista de Filipinas y, sobre todo, del éxito del tornaviaje. En abril de 1566, lo recibió Felipe II a quien mostró y entregó los mapas, relaciones, libros de navegación y otros documentos. Casi inmediatamente, en 1567, estaba de vuelta en México y se reincorporaba a su convento de los agustinos, donde muere al año siguiente (1568)

Había establecido, lo que se llamó el “paso de Urdaneta” es decir, la ruta del tornaviaje. De Filipinas a Acapulco. Nunca fue de fácil recorrido, pero permitió la conquista de Filipinas y el comercio de la zona con el conocido como “galeón de Manila” que utilizó esta ruta durante dos siglos y medio, hasta su supresión en 1815, coincidiendo con las presiones coloniales británicas sobre China.

El galeón salía de México con plata y productos que no se daban en Filipinas (desde armas hasta objetos de culto, y muy especialmente animales y plantas: vacas, caballos, maíz, cacao, tabaco, caña de azúcar, cacahuete, tomate, calabaza, papaya, pimiento…) y frailes. A los chinos no les interesan los productos europeos, pero sí la plata con la que pagaban los productos los europeos. Los frailes buscaban la evangelización. De vuelta, el galeón llegaba a Acapulco, cargado de especias, seda en hilo, en tejidos y bordados, marfil, lacas y madera lacada, biombos y madreperlas y porcelanas chinas de la dinastía Ming, etc. Se establecía así, una de las rutas marítimas comerciales más duraderas de la historia mundial. La que permitió durante aquel tiempo generar tal riqueza en Nueva España, es decir, en México, que la capital mexicana durante mucho tiempo tuvo mucha más importancia comercial e influencia en nuestro imperio que Madrid.

Este intercambio incorporó a la cultura española algunos productos muy populares, tanto que acabaron fabricándose también en España, como los mantones de Manila, tejidos y bordados en China, o medias, para mujeres y para hombres.  La popularidad del galeón era tal que la literatura se hace eco de él, como ocurre en “Fortunata y Jacinta” de Pérez Galdós, en el S. XIX.

Pero no sólo fue famosa la ruta de Urdaneta por el comercio, la expedición para extender la vacuna de la viruela de Balmis llegó a Filipinas, a Macao y Cantón siguiendo la ruta del agustino vasco.

BIBLIOGRAFÍA

RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín. “Urdaneta y el tornaviaje”. Ed La Esfera de los Libros. 2021

CABRERO, Leoncio: «España en el Pacífico», Cuadernos Historia 16, núm. 122.

MADUEÑO GALÁ, José María. “ANDRÉS DE URDANETA, UN AVENTURERO.”

MIRA TOSCANO, Antonio.  “Andrés de Urdaneta y el tornaviaje de Filipinas a Nueva España”. Universidad de Huelva (España). file:///C:/Users/Administrador/Downloads/Dialnet-AndresDeUrdanetaYElTornaviajeDeFilipinasANuevaEspa-5613036%20(1).pdf

Documental: España, la primera globalización.

LA PRESENCIA ESPAÑOLA EN EE.UU

En estos días de iconoclastia ignorante, debemos recordar la contribución española a la configuración de los Estados Unidos de América del Norte.

“Si no hubiera existido España hace cuatrocientos años, no existirían hoy los Estados Unidos… La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente porque hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo…

Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga y la más maravillosa serie de proezas que registra la Historia…”[1].

Los iconoclastas, que derriban estatuas y maltratan los vestigios de nuestra presencia en América por racistas, desconocen por completo las Leyes de Indias, la consideración de los indios como iguales, promovidas por los Reyes Católicos. España no sólo trató a los indios como hombres iguales en derechos que los españoles de la península, al fin y al cabo,  la conquista de América se produjo como evangelización de los nuevos territorios – ver los hilos de este blog sobre la Escuela de Salamanca, Los Justos títulos y la Controversia de Valladolid o la de Fray Bartolomé de las Casas-. En busca de esa justa actuación, se dictaron normas, interpretaciones que están en el origen del Derecho de gentes- Derecho Internacional- con origen en el Padre Vitoria y al Escuela de Salamanca, en busca de esa perfección se paró la conquista en distintas ocasiones ante las denuncias de abusos que los dominicos y otros frailes realizaron sobre la actuación de los conquistadores. Hubo una ejemplaridad general de aquella conquista. Hay un dato incuestionable, en comparación con otros imperios, y siempre dentro de la mentalidad del momento, el anacronismo nunca ha sido fuente de la Historia, en toda Hispanoamérica, incluidos en los territorios situados al Oeste del Misisipi, colonizados por España, los indios fueron respetados, fueron tratados, al igual que el resto de los aborígenes del continente, como vasallos libres; conservando sus tierras; elevando su nivel cultural; instruyéndolos en nuevos cultivos, técnicas y herramientas agrícolas; adiestrándolos en la cría y manejo de vacas, ovejas y caballos; capacitándolos en oficios nuevos: carpintería, albañilería, cueros…; apartándolos de las idolatrías, no pocas veces sanguinarias, y convirtiéndolos a la fe católica. Por ese respeto, se produjo una de las características del Imperio español que no existió en ningún otro: el mestizaje, fomentado y coadyuvado por otras medidas propias de nuestro Imperio, en primer lugar, el estímulo a la educación y no sólo de oficios sino también universitario. Habría que sumar las Universidades creadas en sus colonias por Francia, Inglaterra y Holanda para lograr un número de Universidades semejante al español en América. En segundo término, los hospitales. Los Reyes Católicos fueron los primeros en el mundo en regular las titulaciones en medicina y alejarla de la práctica exclusiva de las órdenes religiosas para tener un control estatal. Se crearon hospitales por todo el Imperio y su asistencia estaba destinada a todos, españoles de la península o españoles nativos de las indias. Su atención sanitaria era destacada por todos los conocedores de esa obra, pero cabe llamar la atención sobre el sistema sanitario en Lima, con una cama por cada 101 habitantes, mejor ratio que la que pueda tener hoy la ciudad de Los Ángeles. En tercer término, jurídicamente, aquellas zonas descubiertas por España fueron asumidas como provincias españolas, no como colonias , al contrario que las británicas o las de otros imperios. Esta consideración de ser iguales a la península se refleja, por ejemplo, en buscar estructuras administrativas semejantes a las peninsulares, pero respetando las costumbres y normas indígenas, en lo positivo, o en disponer de un Consejo de Indias al modo del consejo de Castilla. Son tres ejemplos esenciales pero no únicos, cuyo resultado fue que la vida  de los nativos resultó especialmente buena en las  zonas en las que imperó España y aún hoy en día  en esos lugares se encuentran descendientes de aquellos indios; por el contrario, los que vivían al este del Misisipi, fueron aplastados por los colonos ingleses, que ignoraron por completo a los aborígenes; no se interesaron por su forma de vida, ni por su cultura; sólo les importaron sus tierras, y se hicieron con ellas por todos los procedimientos posibles, nunca pacíficos.

Cualquier comparación entre el trato y formación del imperio español frente a otros siempre sale favorable a España y en contra de aquellos otros que, además, no soportan leyendas negras y mentiras varias. La realidad de la conquista española es fácilmente comprobable debido a la preocupación de los monarcas españoles por revestir las conquistas con el ropaje jurídico adecuado, y, por ello, se dotó a cualquier expedición colonizadora de un escribano que registraba las tomas de posesión. Esto creó una profusión documental que, de un lado, contribuyó a la decadencia de España por la lentitud y burocracia que introdujo en la toma de decisiones, pero, por otro, nos ha dejado una abundancia de fuentes informativas que sorprende observar su escasa utilización en muchos sistemas educativos de EE.UU o  del mundo- incluida España- y que ha sido poco o nada asimilado por algunas autoridades.

Durante más de 300 años España dominó América y buena parte de ese periodo poseyó casi dos tercios del territorio actual de USA. Centrándonos en Norteamérica, en el momento de máxima expansión, entre finales del S.XVIII y comienzos del S.XIX, los dominios españoles alcanzaban los actuales estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Florida, Alabama, Misisipi y Alaska. Lo mismo ocurría con la parte suroeste de Columbia Británica, dentro del actual Canadá. Siendo incluidos como parte del Virreinato de Nueva España. En aquel momento álgido, España se extendía desde Alaska al estrecho de Magallanes.

El presidente estadounidense John F. Kennedy señaló en una ocasión: «Por desgracia, son demasiados los estadounidenses que creen que América fue descubierta en 1620, cuando los primeros colonos llegaron a mi propio estado, y se olvidan de la formidable aventura que tuvo lugar en el siglo XVI y principios del XVII en el Sur y el Suroeste de los Estados Unidos«. En 1620, llega el Mayflower a la costa este de Estados Unidos y la aventura de los siglos XVI y XVII, a la que se refería el Presidente, es aquella que logró que, estuvieran escritos en castellano, los primeros informes que se conocen sobre la geografía, los indios y las lenguas aborígenes de los Estados Unidos. La primera partida de nacimiento registrada en el país fue la de un español. Es la historia de los primeros asentamientos y los primeros conquistadores la cual, sin ánimo de ser exhaustivos, nos enseña que, el primer occidental que pisó territorio USA y permaneció en él fue Ponce de León en 1513 ( descubridor de la Florida) y primer gobernante de Puerto Rico. En 1519, Alonso Álvarez de Pineda navegó la costa occidental de Florida y toda la costa sur del actual Estados Unidos, incluidas la de Tejas, a lo largo del golfo de México. Durante el siglo XVI navegantes españoles subieron por la costa este, atravesando el litoral de Georgia hasta la actual Carolina del Sur. Los jesuitas establecieron cuatro misiones en el interior de Carolina del Norte, no lejos del límite con Virginia, y se debe al jesuita Báez, destinado en las misiones de Georgia, el primer libro redactado en EE.UU, en 1569. En 1527, Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue uno de los cuatro supervivientes de la expedición de 600 hombres dirigida por Pánfilo de Narváez hacia el otro lado del río Bravo. En una auténtica odisea, aquellos cuatro supervivientes, con Cabeza de Vaca como impulsor, exploraron el sur de Estados Unidos desde Florida a California, pasando por Alabama, Misisipi, Luisiana, Tejas, Nuevo Méjico, Arizona y acabaron en el golfo de california, territorios que pasaron a anexionarse al Imperio español dentro del virreinato de Nueva España. De aquella aventura, cabeza de Vaca, escribió una narración titulada Naufragios. El Gran Cañón del Colorado fue descubierto en 1540 por García López de Cárdenas y Figueroa. Aquella expedición nacía de otra que dirigió Vázquez Coronado y que se dividió en distintos grupos de exploración. La figura de Coronado aparece en la película de Indiana Jones y la última cruzada, dónde, al principio de la cinta, un joven Indiana quiere arrebatar a unos ladrones la Cruz de Coronado, una joya, que supuestamente le había dado Hernán Cortés. Coronado consiguió, entre otras cosas, llevar 500 cabezas de ganado- vacas y toros- a Tejas en 1540 contribuyendo con ello a dotar a esa zona y otras de una actividad ganadera que las películas del Oeste hicieron famosa como propias. Es más, los caballos fueron transportados desde España a América, primero a La Española, luego a Nueva España y en su extensión a toda América- (ver el hilo de la conquista de México por Hernán Cortés en este mismo blog). También en 1540, por un lado, otra expedición dirigida por Hernán Cortés y mantenida por Francisco de Ulloa llegó a California, se descubrió la desembocadura del rio Colorado , que Ulloa denominó, San Andrés, de ahí se deriva el nombre de la falla tectónica que bordea California. En la expedición de Ulloa se descubrió que California era una península y no una isla como se creía hasta entonces. Hernando de Soto fue el primer europeo en vislumbrar en 1541 el río Misisipi, el cual cruzó continuando su recorrido hacia el oeste donde recorrió asimismo la actual Arkansas, Oklahoma, y Tejas. En 1565 España estableció el primer asentamiento europeo permanente en el territorio de Estados Unidos, al norte de la actual Florida: la ciudad de San Agustín, su fundador fue el asturiano Pedro Menéndez de Avilés. Todo esto es lo que simboliza la bandera española que aún hoy ondea en San Agustín, sobre el Castillo de San Marcos. Sin embargo, la primera y más organizada conquista del Oeste americano corrió a cargo del adelantado Juan de Oñate, español nacido en Nueva España, considerado como el último de los grandes conquistadores y cuya extraordinaria aventura tuvo lugar ya finalizando el siglo XVI. Exploró y conquistó para España los inmensos territorios de Nuevo México, Arizona y Tejas. El primer descubrimiento europeo registrado de la bahía de San Francisco tuvo lugar el 4 de noviembre de 1769 a manos del explorador Gaspar de Portolá.

Pero los exploradores no fueron solos, los religiosos los acompañaron; primero los jesuitas, y tras la expulsión de éstos de los dominios de la corona española (Pragmática sanción de 1767 de Carlos III), los franciscanos.

En la bahía de San Francisco se sitúa la capital de California: Sacramento, cuyas autoridades, hace pocos días, promovieron el ataque a la estatua de Fray Junípero Serra , me pregunto qué sería de Sacramento sin los evangelizadores españoles, quizá su nombre, sin ellos, hubiera sido, misa negra, como señala un amigo. Negar los orígenes conduce a estos dislates, más en un país que pregona su cristianismo por todos lados. En 1776, los franciscanos fundaron la ciudad de San Francisco, en un momento en que las colonias del Este se declaraban independientes sin tener la más mínima idea de lo que pasaba en la costa oeste.

De entre los religiosos, destacaremos dos nombres , el padre Eusebio Francisco Kino y Fray Junípero Serra. El primero, jesuita; el segundo, franciscano. El primero creando misiones a través del desierto de sonora; el segundo, en California. El primero cabalgaba a lo largo de la frontera, el segundo caminaba y caminaba por Californiacreando el sistema franciscano de misiones en su condición de padre superior. A su obra debemos las ciudades de San Diego, Santa Mónica y Los Ángeles, entre otras de las de alrededor de 20 misiones que fundaron los franciscanos y que se transformaron en núcleos activos de población, por ejemplo, San Antonio, El Álamo o coadyuvaron a la creación de otras como Santa Fe, Alburquerque…

A los exploradores, conquistadores y a los religiosos que actuaban como una nación unida bajo el Gobierno de la Corona española se debe la evangelización, las misiones, la extensión de la agricultura siendo los primeros en llevar el trigo y la ganadería, como vimos con Coronado y también con los franciscanos, la creación de sistemas de regadío y transporte de agua, esenciales en aquellas secas tierras, la creación de monumentos, casas y ciudades con mejores sistemas de construcción que los de otras áreas de EE.UU pues utilizaban ladrillos al modo español. Mejoraron las comunicaciones construyendo carreteras, quizá la más famosa la Carretera Real de San Diego a Sonora y españoles fueron los primeros en navegar por el estrecho de la Puerta Dorada (Golden Gate), el 5 de agosto de 1775, el barco San Carlos a cuyo frente estaba Juan de Ayala.

Además, apoyaron a los colonos españoles a establecerse. Significativo en este aspecto es la presencia de numerosas familias canarias por Florida, Luisiana, Tejas y Nuevo Méjico. Asimismo, a partir de 1778 colonizadores canarios se trasladaron a expensas de la Corona a la Luisiana. Al sur de Nueva Orleáns, fundaron una colonia en lo que actualmente es la parroquia o provincia de San Bernardo y todavía hoy existen varias comunidades de isleños en Delacroix, Reggio y otros puntos, en donde los descendientes de los pobladores canarios han conservado algunas de sus costumbres y buena parte del idioma.

En un ámbito más cultural debemos destacar que la primera representación teatral en USA se hizo en español; la toponimia de las zonas conquistadas por los españoles, se conserva en español como testigo fiel y homenaje de la amplia presencia española, tal y como hemos visto por los nombres de estados o ciudades reseñadas anteriormente o por la existencia de nombres de ciudades españolas extendido por EE.UU, por ejemplo, hay varias “Pamplona” y numerosas “Madrid”. En este punto Incluso el efímero paso por Alaska ha dejado allí nombres en castellano; así Salvador de Fidalgo en 1790 bautizó Puerto Valdez y Cordova ( en homenaje a Luis de Cordova, capitán general de la Armada). Puerto Cordova aún sobrevive en los mapas como uno de los topónimos en español más septentrionales del mundo. También sobrevive el topónimo Puerto Valdez, pero un poco más alejado del original tras el incendio de 1964. Asimismo, la frontera entre Estados Unidos y Canadá está marcada por el Archipiélago de San Juan, que recibió ese nombre de manos del explorador gaditano Francisco de Eliza en 1791. Fidalgo se conformó con dar su nombre a un volcán, pero posteriormente George Vancouver rebautizó como Puerto Fidalgo, nombre que aún subsiste, a lo que el marinero leridano había llamado como Puerto Mazarredo.

En otro orden de elementos, quedan vestigios españoles en miles de símbolos, especialmente en las banderas de ciudades y Estados: la Cruz de San Andrés en una multiplicidad de ellas, por ejemplo, en Alabama, o la Carabela de Colón en la ciudad de Columbia en Ohio, ciudad cuyo nombre recuerda al gran descubridor. Por último, en este apartado simbólico debemos reseñar el origen del símbolo del dólar. En el siglo XVII el uso de las monedas españolas estaba muy extendido por el territorio de Nueva España. De ahí que el real de a ocho, conocido como “Spanish dollar”, se convirtió en la primera divisa de curso legal en Estados Unidos en 1775, tal y como aprobó el Congreso Continental a propuesta de Thomas Jefferson. Cuando en 1792 se creó el dólar americano su diseño se basó en la moneda y de la expansión de ultramar española. De esta forma, las barras del dólar simbolizan las dos Torres de Hércules, elemento unido a la corona por Carlos I para simbolizar la búsqueda de expansión imperial de España que se unen entre sí por una cinta con la inscripción “plus ultra”, que fue utilizado por primera vez en 1516 por Carlos I como su lema personal en expresión del dinamismo del nuevo Imperio español y que ,en el dólar, se convierte  en la “S”.

No podemos terminar este hilo, sin hacer referencia al vital apoyo de España a la Independencia de los Estados Unidos.

“El destino de los intereses de las colonias nos importan mucho, y vamos a hacer por ellos todo lo que las circunstancias nos permitan.”

Esta frase del Conde de Floridablanca permite alcanzar la importancia que dio España a la independencia de un territorio en cuya defensa se había visto impelido a participar en apoyo de Francia durante la guerra de los siete años, cuyos resultados en última instancia fueron calamitosos para Francia y humillantes para España, que recibió la Luisana de manos de los franceses para compensar el esfuerzo realizado y cedió a Inglaterra, la Florida, el fuerte de San Agustín, la bahía de Pensacola y los territorios al este y sudeste del río Misisipi, a cambio de la devolución de La Habana y Manila.

España estaba deseando revertir esa situación, pero no quería un nuevo enfrentamiento directo con Gran Bretaña, por eso, en un primer momento Carlos III y su ministro Floridablanca diseñaron un discreto plan de ayuda que afectaba a diversos frentes: libertad para que los navíos americanos que hostigaban a los barcos ingleses recalaran libremente en los puertos del Misisipi controlados por España; envío de fuertes remesas de dinero para la causa independentista de las Trece Colonias, así como, de armas, pertrechos, mantas y vestuario con destino al ejercito  comandado por George Washington, quien consideró indispensable la ayuda de la flota española y de sus posiciones en Norteamérica, que incluían el control de La Florida, La Louisiana y el Misisipi. El futuro Presidente señaló que sin esta ayuda española, nunca hubieran logrado la independencia.

Una figura vital en las relaciones entre España y las Trece Colonias fueJuan de Miralles, que ejerció de diplomático de España ante el Congreso. Las actuaciones de Miralles fueron esenciales para gestionar el apoyo español de los primeros años de guerra y consiguieron forjar una relación amistosa entre el diplomático español y George Washington. También fue decisiva la participación del empresario Diego de Gardoqui, que medió de forma extraoficial entre España y los nuevos Estados Unidos. Fue a través de su empresa “Gardoqui e hijos” como llegaron a las colonias gran cantidad de dinero en efectivo, además de material militar, que ayudarían de manera fundamental a la victoria de los rebeldes en Saratoga en 1777.

Cuando finalmente España declaró la guerra a Inglaterra (21 de junio de 1779), después del Tratado de Aranjuez,  en un nuevo pacto de familia con Francia,  su presencia se vio dividida al atacar Gran Bretaña a España en tres zonas: el entorno de la Península Ibérica, Centroamérica y la propia América del Norte. En la zona norteamericana, España organizó su centro de operaciones desde sus islas cercanas, especialmente, desde Cuba de dónde salía la ayuda española a los colonos. Allí se reparaban y equipaban los barcos de guerra estadounidenses y se reclutaban y adiestraban las milicias para la guerra. Además, otros lugares importantes para el suministros de la ayuda española fueron los puertos franceses, de Nueva Orleans y el río Mississippi y ,desde la península, el puerto de Bilbao.

Entre las figuras señeras de aquella guerra destacó el héroe malagueño Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana, quien defendió toda la cuenca del Misisipi, impidiendo que llegasen los refuerzos ingleses necesarios a la Batalla de Yorktown (1781). Además, consiguió la rendición de Mobila (1780) y Pensacola (1781), emplazamientos estratégicos para los ingleses. Las victorias de Bernardo de Gálvez contra los ingleses supusieron la liberación del Misisipi y el Golfo de México para la causa independentista norteamericana.

Su actuación en la guerra de independencia le valieron todo tipo de reconocimientos , incluso una ciudad Galvestón, en Tejas , lleva su nombre. La historia detallada de nuestro héroe ya la pusimos de manifiesto en otro hilo de este blog.

https://algodehistoria.home.blog/2020/03/27/un-heroe-y-un-villano

Aunque en julio de 1776 se aprobó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos la Guerra continuó entre los colonos y los británicos y  finalizó en 1783 con la firma del Tratado de París y la victoria de las Trece Colonias estadounidenses. España consiguió recuperar Menorca y la Florida Occidental, cambió las Bahamas por la Florida Oriental y las tierras al este del Misisipi fueron para los Estados Unidos.

La presencia española en USA terminó el 10 de julio de 1821, cuando España cedió la Florida a los Estados Unidos.

Como colofón de la obra española en América sólo queda subrayar que sin nosotros hoy los Estados Unidos no serían lo que son, y negar los orígenes, más cuando los orígenes son excelentes, no es muy recomendable.

A los ignorantes que se autodenominan antirracistas, cosa que dudo, sólo recordarles que las leyes españolas consideraban a los indios súbditos, iguales que al resto de los españoles, fueran del Rio de la Plata, de Cuzco,  de Tejas, de California o de Sevilla. Esa situación era el equivalente a la condición de ciudadano actual (algo que no les otorgaron a los nativos ni franceses ni británicos ni los propios norteamericanos- hasta 1924-.) Y si hoy hay problemas racistas en EE.UU no es por su origen español sino por su propia incapacidad de reconocer derechos civiles a toda la población hasta casi antes de ayer… y se ve que aún no están asimilados por todos o quizá es que en el fondo no están atacando el pasado español sino la propia concepción de Estados Unidos como nación, porque la sensación que dan con sus acciones es que no son antirracistas sino anarquistas. Que vuelvan los ojos a Kennedy, Presidente que conocía sobradamente la presencia española , y que tanto hizo por la igualdad de todos los ciudadanos americanos y con él tantos otros grandes americanos, y analicen, acto seguido, si ellos, han sabido seguir su espíritu. Si de verdad están haciendo algo por su país o sólo buscan su destrucción.

[1] Charles Fletcher Lummis. “ The Spanish Pioneers [McClurg Chicago 1893]. Google Books. Ed en Inglés.