HOLODOMOR

La muerte de Lenin cuando aún no se había cerrado por completo la institucionalización de la nueva rusia (URSS) provocó una serie de tensiones de cara a su sucesión. Será Stalin el que se consolide en el poder abriendo uno de los momentos de mayor terror en la dictadura soviética. El gobierno de Stalin abarcó desde 1922 hasta 1953, año de su muerte.

Fue una etapa de contrastes, entre la industrialización y el crecimiento económico- tampoco era difícil dado el nivel previo de postración económica- y el terror, que se manifestó en diversas purgas contra todos aquellos que se opusieran a su voluntad: opositores o población general.

Si ya Lenin había acabado con todo aquel que se opuso a su Revolución del 17, Stalin dio la puntilla a cualquier atisbo de contestación. No hubo sector de la sociedad que no sufriera persecución. Primero fue contra los campesinos y, posteriormente, contra los políticos que no gozaban de su confianza o le hacían sombra.

Hoy vamos a hablar de los primeros- los campesinos- pero dejaré un breve esbozo de la persecución política, para comprender la opresión a la que fueron sometidos los rusos durante aquella era del terror.

En el ámbito político, en 1934 empieza la represión conocida como “gran purga”. Este sanguinario periodo se inicia con el asesinato de Kirov, amigo de Stalin y miembro del politburó. Con amigos como Stalin, no hacía falta enemigos.

Durante este periodo, cientos de miles de miembros del partido Comunista soviético, socialistas, anarquistas y opositores a Stalin- reales o imaginarios- fueron perseguidos. Se realizaron juicios públicos (en 1936, “el proceso de los 16” y el año siguiente, conocido como año negro, “el proceso de los 17”, dirigido a perseguir fundamentalmente a Trotski y sus seguidores. En 1938, se produce el “proceso de los 21”, contra los que consideraban derechistas, entre los que seguían incluyendo a Trotski y también a traidores de todo orden: purgas entre los políticos, el ejército, el politburó, el Komitern e incluso entre los refugiados (antes de la firma del pacto Ribbentrop- Mólotov, la URSS ya colaboraba con la Gestapo para entregarles a comunistas alemanes, austriacos, o judíos de esas nacionalidades, refugiados en la URSS​). Se envió a cientos de miles de personas a campos de concentración (Gulag) y muchos fueron ejecutados.

Aclaremos que los gulags eran campos de concentración con trabajos forzados que contribuyeron a mejorar la economía del estado soviético a costa de los derechos humanos de los presos.

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La gran mayoría de estas detenciones fueron llevadas a cabo por el Comisariado del Pueblo para asuntos internos, también conocido como NKVD, dirigido sucesivamente por Iagoda, Ejov, y Beria. Más de 6 millones de personas sufrieron las persecuciones.

Pero antes que las purgas políticas, se produjeron los acontecimientos que dan título a esta entrada, la represión hacia los campesinos, o quizá fuera mejor hablar del genocidio cometido contra los campesinos de Ucrania, Kazajistán, el norte del Cáucaso, la región del Volga y Siberia occidental. De entre ellos, los ucranianos fueron perseguidos con gran saña, y todo por negarse al proceso de colectivización y a perder sus propiedades.

Realmente, las hambrunas campesinas se habían iniciado con Lenin en el poder. La sequía, las requisas y las subidas de impuestos habían creado una situación insostenible de hambre y miseria en el campo soviético que se extendió a las ciudades. Consecuencia de ello fue el aumento indiscriminado de suicidios entre los campesinos sobre todo ucranianos como solución a su penuria. Cuanta más hambre pasaban, menos se quejaban por falta de fuerzas, lo que fue constatado por Lenin que decidió no tomar ninguna solución. Al contrario, consideraba que el hambre era la forma más eficaz de acabar con la idea de Dios- el opio del pueblo- y que la Iglesia se derrumbaría igualmente. Sin embargo, Gorki y algunos otros, como Tijón y Trotski, lograron crear “ el comité social de lucha contra el hambre” en el que con ayuda precisamente de la Iglesia, de la Cruz Roja y de otras instituciones extranjeras intentaron paliar los efectos de las hambrunas. Se cree que salvaron a 25 millones de personas, pero la venganza de Lenin no se hizo esperar, disolvió el Comité y desterró a sus organizadores. Asimismo, saqueó todos los bienes de la Iglesia.

Los problemas productivos en la URSS no terminaron con la llegada de Stalin- aunque fue capaz, con el tiempo, de mejorar mucho la situación productiva y la industria-, pero la gran tragedia iba incorporada a su método de progreso.

Tras el primer plan quinquenal, Stalin y su gobierno habían proyectado los procesos de colectivización de la producción agrícola. Las zonas en las que la agricultura era esencial, con pequeños o medianos propietarios, entre otros, Georgia, Kazajistan o Ucrania. Resultando estas dos últimas especialmente afectadas.

Ha sido Ucrania, hoy sometida a una terrible guerra por la ambición de Putin, la que más ha demandado aquellos hechos como gran tragedia nacional. Como un auténtico genocidio. De ahí que se suela conocer aquellos hechos como “holodomor” (literalmente, en ucraniano, “muerte por hambruna”) que tuvo lugar entre 1932 y 1933 y que causó millones de muertos.

Aunque la historiografía ha dado cifras diversas sobre el número de fallecidos, actualmente tras el estudio llevado a cabo por Anne Applebaum y publicado en 2021 en su libro “Hambruna roja: la Guerra de Stalin contra Ucrania” , es mayoritariamente aceptado el dato de que fallecieron de hambre algo más de 4 millones de personas en Ucrania a lo que hay que unir dos millones más de muertos en Kazajistán, el norte del Cáucaso, la región del Volga y Siberia occidental. En Kazajistán se sometió a los pastores nómadas, para que abandonaran la ganadería extensiva tradicional y se sedentarizaran, creando granjas ganaderas intensivas. Le costó la vida a un millón de personas (proporcionalmente muchas más víctimas que en Ucrania u otros lugares, dada la escasa población de Kazajstán).

Como la misma Applebaum señala en la introducción de su libro: “La desastrosa decisión de la Unión Soviética de forzar a los campesinos a renunciar a sus tierras y a unirse a las granjas colectivas; el desahucio de los ‘kulaks’, los campesinos ricos, de sus hogares; el caos que siguió; todas estas políticas, en última instancia responsabilidad de Josef Stalin, secretario general del Partido Comunista Soviético, habían conducido al país al límite del hambre”.

Evidentemente, no es el primer estudio historiográfico que se ocupa del tema, pero mientras sobrevivió la URSS, los historiadores que investigaron en Occidente sobre las hambrunas fueron desacreditados. Durante muchos años la izquierda europea quería apoyar el proyecto soviético, lo necesitaba e incluso la URSS les pagaba o engañaba para que contaran la versión soviética. A modo de ejemplo, el antiguo primer ministro de Francia y líder del Partido Radical, Édouard Herriot, viajó a Ucrania en 1933 para conocer de primera mano la situación, pero lógicamente las autoridades soviéticas le hicieron visitar granjas donde había comida en abundancia. Sorprendido por el resultado de la visita, sus palabras fueron: «¡Pues bien, afirmo que he visto al país como un jardín a pleno rendimiento!». Gran Bretaña, Estados Unidos y la Sociedad de Naciones adoptaron la misma postura que Francia. Necesitaban a la URSS en el bando aliado. Tan sólo unos periodistas italianos y curiosamente alguno soviético hicieron lo posible por denunciar los hechos. Los italianos tuvieron que esperar a la muerte de Mussolini, pues el pacto entre Hitler y Rusia, también le hacía sentir al dictador italiano favorable a Stalin. El soviético, Vasili Grossman, tenía ascendencia judía y fue corresponsal de guerra del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. Pero incapaz de justificar las barbaridades las denunció en cuanto le fue posible hacerlo. En su libro “Todo fluye”, Grossman se pregunta: “¿Quién firmó aquel asesinato en masa? Una orden así no la había firmado nunca el zar, ni los tártaros, ni los ocupantes alemanes. Una orden que decía: matar de hambre a los campesinos de Ucrania, del Don, de Kuban, matarlos a ellos y a sus hijos”.

Como hemos dicho, todo empezó tras el primer plan quinquenal, el cual tenía como objetivo levantar la industria pesada soviética a costa de la venta de la cosecha de trigo y de una importante reforma agraria. Para esto se forzó a las zonas agrícolas a realizar los cambios establecidos desde Moscú, especialmente la colectivización de las propiedades de las granjas, que pasaban de los campesinos al Estado.

Este proceso generó un fuerte conflicto entre los kulaks y el sistema soviético. “Kulak” es una palabra rusa cuya primera acepción es “puño”, pero que se usaba para designar a los campesinos acomodados. No a los terratenientes aristócratas, propietarios absentistas, sino al campesino arraigado en una aldea al que su capacidad y afán de trabajo le habían permitido tener algo más de tierras que la media, contratar algún bracero, poseer mejores aperos, etc. Los comunistas nunca los habían visto con simpatía y desde 1929 se lanzaron a una feroz campaña para liquidarlos. Pero no fueron los únicos con problemas, otros granjeros de menor entidad también considerados como “enemigos de clase”. Ilia Ehrenburg, historiador pro soviético, ha escrito que “ninguno de ellos era culpable de nada, pero pertenecía a una clase que era culpable de todo». Una siniestra lógica de la lucha de clases se usó para justificar que dos millones de “kulaks” fueran deportados a Siberia y Asia Central a partir de 1930.

Curiosamente, 1931 fue un año de una excelente cosecha, pero la requisa que se hizo del grano empezó a provocar hambre en las zonas agrícolas, afianzada en los años siguientes. El control estatal de las cosechas lo único que consiguió fue la disminución de la producción al acabar con los campesinos más emprendedores.

En apenas unos meses, a comienzos de la primavera de 1932, los campesinos comenzaron a morir de hambre. Algunos documentos encontrados por Applebaum (hay que recordar que Ucrania, antes de la actual guerra, ya había abierto sus archivos oficiales para que se pudieran estudiar estos acontecimientos) pone ejemplos espeluznantes, sobre familias comiendo hierba, cortezas de árboles, casos de canibalismo (ahora que las películas sobre accidentes aéreos nos traen ejemplos de lo mismo, deberían los cineastas acordarse de los campesinos en la URSS), migraciones masivas para encontrar algo que echarse a la boca y de cadáveres a la intemperie en las calles de Odessa porque nadie tenía fuerzas para enterrarlos.

Los propios campesinos ucranianos en la primavera de 1932 se dirigieron por carta al “ padrecito Stalin” en estos términos:

«Honorable camarada Stalin, ¿hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre? ¿Porque nosotros, los trabajadores de las granjas colectivas, no hemos tenido una rebanada de pan en nuestra granja desde el 1 de enero? ¿Cómo vamos a construir la economía del pueblo socialista si estamos condenados a morir de hambre? ¿Para qué caímos en el frente de batalla? ¿Para pasar hambre? ¿Para ver a nuestros hijos sufrir y morir de inanición?».

Lejos de socorrer a los hambrientos campesinos, Stalin aprobó, el 7 de agosto de 1932, la conocida como “Ley de las tres espigas”, que imponía penas durísimas en el gulag para aquellos que robasen cualquier propiedad estatal, lo que en la práctica incluía a aquellos que reservaban un poco de comida para el consumo personal. Tomó la decisión de endurecer las condiciones en Ucrania, bloqueando las fronteras de la región, para que la gente no pudiera salir y creando unas brigadas, formadas por el ejército y miembros del NKVD, que iban de casa en casa confiscando la comida de los campesinos.

A pesar de aquellas medidas, los robos fruto de la desesperación fueron tan elevados que las autoridades crearon tribunales para dictar penas de muerte a los saqueadores. Se ejecutó a 5.400, campesinos y fueron trasladados, después de someterlos a horribles torturas – como si el hambre no fuera bastante-, a los gulags de Siberia unos 125.000.

Esta obsesión de Stalin con los campesinos ucranianos se debía al miedo que tenía a la contrarrevolución. No se le había olvidado el papel esencial que los campesinos ucranianos habían tenido en la guerra civil de 1918-1921. Temía al nacionalismo ucraniano y que eso desestabilizara a la frágil unidad de las repúblicas soviéticas. De ahí que su programa colectivizador tuviera una doble finalidad: por una parte, pretendía eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a las colectivizaciones forzosas de sus tierras, y, por otra, reprimir cualquier síntoma de rebrote del nacionalismo ucraniano que se definía como proeuropeo y anti moscovita (es decir, anti soviético).

Se conserva una carta de Stalin en la que decía “hoy en día, la principal cuestión es Ucrania, ya que el Partido, el Estado y los órganos de la policía política de la república están infestados de agentes nacionalistas y espías polacos, por lo que corremos el riesgo de perder Ucrania, una Ucrania que es necesario transformar en una fortaleza bolchevique”. Así pues, las decisiones estalinistas estaban encaminadas a eliminar a esos enemigos “nacionalistas y burgueses” que acechaban en cada rincón.

La situación se hizo tan clamorosamente injusta, que, aunque se intentó ocultar, el conocimiento del genocidio se extendía por la URSS. La segunda mujer de Stalin, pidió conocer la situación de primera mano. Los ucranianos le contaron como el hambre les ardía en las entrañas, como el hambre, en un primer momento, les hacía salir a buscar comida, pero la ausencia de alimento, les obligaba a regresar a casa. Sin fuerzas y sin esperanza, se tumbaban en la cama, y ya no se podían mover hasta que morían. También le contaron las detenciones, las torturas y los fusilamientos arbitrarios ordenados por el ejército. Tras ver la espeluznante situación pidió a su marido que reconsiderase su política en Ucrania.

Aquella visión, unida a los rumores continuos de infidelidad de Stalin, la llevaron al suicidio.

A inicios de 1934, el “holodomor” finalizó en toda Ucrania, Kazajastán y el norte del Cáucaso. El resultado fue que alrededor 7 millones de personas murieron de inanición en las zonas perseguidas, y hasta un total de 40 millones de seres humanos en toda la Unión Soviética se vieron afectadas por la hambruna. Para muchos historiadores, el “holodomor” que tuvo lugar entre 1932 y 1934, fue el mayor crimen cometido en época de Stalin y de toda la historia de la Unión Soviética, constituyendo una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XX.

Es innegable que los fantasmas soviéticos siguen presentes en la rusia actual, sea contra Ucrania, sea contra los opositores políticos.

 

BIBLIOGRAFÍA

APPLEBAUM, Anne, “Hambruna Roja: La Guerra de Stalin Contra Ucrania”. Ed Debate. 2021.

GROSSMAN, Vasili.- “Todo fluye”. Galaxia Gutenberg. (reeditado en 2023).

 

 

 

 

 

2 comentarios sobre “HOLODOMOR

  1. Brillante descripción de un episodio de la historia de la Unión Soviética que nos recuerda que el comunismo es el sistema más criminal de gobierno . Mientras se ha conseguido condenar al nazismo, las víctimas de este otro tipo de régimen se merecen que el comunismo también lo sea

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