HÉROES. NUESTROS NAVEGANTES AL NUEVO MUNDO: CRISTOBAL COLÓN

Hoy vamos a hablar de héroes, porque el descubrimiento de América por la flota española a cuyo mando iba Colón, es una historia de héroes. Es verdad que también de aventureros, de busca fortunas, pero ¿algún lector se ha puesto a pensar en la España de 1492, en la que si bien ya se tenía conciencia de que el mundo era una esfera, se desconocía casi todo más allá de Finisterre, en el que se creía que en aquel mar moraban monstruos extraordinarios que podían devorar a personas y embarcaciones? Para salir a recorrer aquel mar, para llegar a las indias, hay que ser muy osado y tener espíritu heroico.  Cuando aquellos hombres, ya desesperados ante un viaje que parecía no terminar nunca, oyen a Rodrigo de Triana gritar “tierra a la vista” a las 2 de la mañana del 12 de octubre de 1492, y se encuentran con tierras desconocidas, con hombres de costumbres ajenas y se lanzan a su conquista, hay que tener madera de héroe. Aquellos españoles fueron unos auténticos héroes que descubrieron, evangelizaron y civilizaron una nueva tierra, que hizo aún más grande a España y a la Historia de la Humanidad. En honor y representación de todos ellos, vamos a hablar de Cristóbal Colón.

Cristóbal Colón se cree que nació en Génova o en los alrededores de Génova, pero no está claro su origen, del mismo modo que muchos pasajes de su vida siguen siendo un misterio.

De su mayor gesta queda su propio testimonio, en sus escritos.  De su vida, permanece la obra de su hijo, Hernando (algunos autores lo identifican como Fernando). Aunque el vástago no fue muy clarificador en torno a los orígenes del descubridor. De sus abuelos sólo hecha cortinas de humo para situarlos en torno a Génova. Hernando busca en su obra ennoblecer la figura de su familia. Incluso concede unos estudios a Colón que nadie más supo nunca que tuviera. Intenta velar el hecho, infamante en aquellos tiempos, de que sus familiares tuvieran que trabajar con las manos para ganarse el sustento.

Lo que se sabe con exactitud es que Colón, en 1477, estaba en Portugal, lugar al que retornó a finales de 1479. Viaja a Madeira donde conoce y se casa con Felipa Moniz de Perestrello de origen noble. Allí nace su primogénito Diego, que heredará los títulos familiares.

También se conoce que en 1484 la vida de Colón discurre en el Atlántico sur, en la costa africana, hasta Guinea y posiblemente en algún otro territorio más meridional. También de ese año es la ideación de un gran viaje a través del Atlántico que comunicase Europa con Asia desde poniente.

Los estudios que había en aquel entonces se remontaban a Eratóstenes. Cierto es que algunos sabios italianos concebían la idea de un solo mar que ocupara el espacio entre Finisterre y Japón. De esa idea era el florentino Paolo del Pozzo Toscanelli.

Pero todos los que consideraban esa opción señalaban que tal travesía requería de alguna isla intermedia que hiciese de puente entre las dos orillas principales y así tener opción se reponer las vituallas para el trayecto. Ninguno de los estudios científicos de la época permitía hacer las afirmaciones que, sobre la longitud de la distancia a recorrer, reseñaba Cristóbal Colón cuando pretendía convencer a los diversos monarcas de la bondad de su aventura. De hecho, los únicos datos que aportaba se encontraban en las apostillas escritas por él a dos obras que constituyeron la base de sus conocimientos, la Historia rerum del papa Pío II y los Tratados o Imago Mundi del cardenal Ailly.

A partir de aquí el resto son leyendas, aportaciones mágicas o providencialistas, algunas de las cuales fueron difundidas por Fray Bartolomé de las Casas.

Al primer rey al que Colón ofreció sus servicios fue a Juan II de Portugal. El monarca luso no rechazó a Colón de entrada, sino que lo entretuvo con la finalidad de sacarle más información y conocer la latitud en la que el genovés haría su singladura. Se dice que una de las razones por las cuales no se decidió a ofrecerle ayuda era por la afirmación tajante del navegante de querer hacer una escala en las islas Canarias y seguir su paralelo. Portugal, si hubiera aceptado tal cosa, hubiera roto el tratado de Alcazobas (https://algodehistoria.home.blog/2022/02/04/el-tratado-de-alcazobas/ ) y hubiera ofendido a los Reyes Católicos. El rey portugués tenía gran interés por los descubrimientos, pero las pretensiones de Colón le debieron parecer poco adecuadas para sus intereses en tierras conocidas, más importantes que la exploración de las desconocidas.

El 20 de enero de 1486, Colón se entrevistó con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares. Desde entonces se convierte en el protegido de los Reyes Católicos. Las negociaciones para organizar el viaje duraron seis años. En los cuales, Colón se ocupó de varias cosas. Primero, ya viudo, se instaló en Castilla con su hijo Diego y visitó varios puertos para decidir desde cual emprender el viaje. En segundo lugar, se echó como amante a Beatriz Enríquez de Arana, madre de su segundo hijo, el geógrafo e historiador Hernando Colón.

La noticia de que Bartolomé Díaz había doblado el Cabo de Buena Esperanza, demostrando definitivamente que existía comunicación marítima entre los océanos Atlántico e Índico y, por tanto, una vía para llegar a Asia por mar, hizo temer a Colón que su proyecto fuese abandonado definitivamente. Por ello, intentó agilizar los trámites en los distintos frentes. Escribió a Juan II de Portugal, que volvió a replantearse la situación, aunque la respuesta final fuese de nuevo negativa. Esta comunicación no fue obstaculizada por los Reyes Católicos, si bien dieron a Colón una subvención en muestra de su buena disposición. La demora de los reyes católicos se debió a que estaban pendientes de la toma de Granada y de la guerra contra Francia. Además, Colón decidió enviar a su hermano a visitar la corte inglesa de Enrique VII para ver qué posibilidades de financiación le ofrecían los anglosajones. Nada se fraguó en aquella visita.

En 1491, totalmente desanimado, Cristóbal Colón decidió abandonar Castilla, pero se dirigió al monasterio de La Rábida. Nadie cree que esta visita fuera casualidad pues en el monasterio se entrevistó con fray Juan Pérez, confesor de la reina, quien, movido por desconocidos resortes, no dudó en movilizar toda su influencia frente a doña Isabel a fin de vencer las reticencias de la Reina, y lo logró.

El camino se allanó para el genovés que viajó a Santa Fe y fue testigo presencial de la caída de Granada el 2 de enero de 1492. El 17 de abril de ese año se firman las Capitulaciones de Santa Fe, que recoge los acuerdos alcanzados entre el navegante y la Corona relativos a su expedición. Además, en el documento, se le otorgan a Cristóbal Colón los títulos de almirante, virrey y gobernador general de todos los territorios que descubriera o ganase durante su vida. Títulos que, con posterioridad, le autorizaron a transmitir a sus herederos. También se le concedió un diezmo de todas las mercancías que hallase, ganase y hubiese en los lugares conquistados. Le fue asignada la facultad de juzgar en toda una serie de litigios que se suscitasen en torno a las citadas mercancías. Se le permitió “contribuir con la octava parte en la armazón de navíos que fueran a tratar y negociar a las tierras descubiertas”. A cambio recibiría otra octava parte de las ganancias.

Con estos acuerdos y los beneficios de la conquista, Colón logró un rápido ascenso social, y pasó a formar parte de la nobleza cortesana.

Los preparativos para el gran viaje se llevaron a cabo en la villa de Palos, condenada por ciertos problemas con la Corona a armar a su costa dos carabelas y navegar durante dos meses a beneficio de la corona.  La flotilla estaba compuesta por tres naves; dos de ellas -la Pinta mandada por Martín Alonso Pinzón y la Niña por Vicente Yáñez Pinzón- eran carabelas andaluzas, mientras que la Santa María, ejercía de nave capitana bajo el mando de Colón y había sido armada en los astilleros del Cantábrico. Todos los hombres iban a sueldo de la corona que había pagado cuatro meses de anticipo. Se hicieron a la mar el 3 de agosto de 1492.

De aquel primer viaje, se conserva un documento excepcional, el Diario que redactó el propio descubridor,  en el resumen que del mismo que realizó fray Bartolomé de las Casas.

Pararon en la isla de la Gomera para reparar el timón de la Pinta y así, con esa primera escala, continuar su trayecto que tenía como meta encontrar una isla intermedia a unas 400 leguas de las Islas Canarias y llegar a las indias a 700, o pocas más, leguas del archipiélago canario.

En septiembre surcaron el Mar de los Sargazos. Durante los primeros días de octubre, cuando se habían superado las 700 leguas de navegación y la tripulación se desesperaba al no hallar tierra, Colón decidió cambiar la ruta, hasta entonces había seguido el paralelo de las Islas Canarias. Decidió guiarse por la dirección que marcaban las aves viajeras. Consiguió apaciguar los ánimos gracias al honor de los Pinzón y de Juan de la Cosa que prometieron calma durante tres días más de navegación. Como ya dijimos, el viernes 12 de octubre, Rodrigo de Triana avistó tierra. Al amanecer llegaron a una isla coralina del archipiélago de las Bahamas, que Colón bautizó con el nombre de San Salvador.

Llegaron al nuevo mundo por casualidad, como dijo Ranke, se estaba ante “el más fecundo error de todos los tiempos”. Dos fueron los errores principales cometidos: la incorrecta estimación de la circunferencia terrestre y la aún más incorrecta estimación del volumen de las tierras emergidas conocidas hasta ese momento.

Tras recorrer las Bahamas, puso rumbo a otra isla (Cuba), isla que en un primer momento identificó con la ansiada Cipango (Japón). Exploró la costa occidental y envió desde allí una delegación que debía entrevistarse con el Gran Khan, pero sólo encontraron a unos indígenas que ni conocían al Khan ni poseían el oro que ansiaban los españoles. Si bien, mostraron algo novedoso para los españoles: el tabaco.

En esos momentos las desavenencias entre Colón y Martín Alonso Pinzón llegaron a su punto culminante; a finales de noviembre, Pinzón decidió separarse de Colón aprovechando las mejores condiciones marineras de la Pinta. Llegó de ese modo a una nueva isla, a la que también acudió Colón pocos días después. La bautizó como La Española ( actuales República Dominicana y Haití). Los problemas mayores llegaron la noche de Navidad, cuando la Santa María encalló y quedó inservible. Les quedaban dos naves y todos los españoles no cabían en ellas. Colón dispuso la construcción de un fuerte, la primera construcción española en el nuevo mundo, a la que se llamó Fuerte Navidad. Allí quedaron 39 hombres al mando de Diego de Arana, mientras la Pinta y la Niña regresaban a España. El 16 de enero de 1493, la expedición emprendió la travesía de vuelta. El regreso fue más difícil que la ida, pero Colón, bien por conocimiento de los vientos del oeste desde su estancia en Portugal, bien de casualidad encontró la mejor ruta de vuelta.

El 12 de febrero las carabelas habían alcanzado las Azores. Tras otras cuantas peripecias provocadas por fuertes tormentas, la Pinta acabó llegando a Bayona en Galicia y la Niña, con Colón al frente, a Lisboa. Desde allí, tras informar al rey de Portugal, decidió marchar rumbo a Sevilla para poder terminar en Palos. Una vez en tierra española, se encaminó a Barcelona para informar a los Reyes Católicos de su descubrimiento.

Isabel y Fernando le confirmaron todos los privilegios admitidos en las Capitulaciones de Santa Fe y la noticia del viaje se extendió por toda Europa gracias a la reimpresión (hasta once veces en pocos meses) de una carta de Colón que lo resumía.

A partir de este momento, el proyecto de los Reyes Católicos en las Indias se organizó en torno a dos exigencias: la evangelización de los nativos y la prosecución del descubrimiento con nuevos y mayores asentamientos. Además, la presencia española en América se vio “impulsada” por el enfrentamiento diplomático con Portugal. Un enfrentamiento que condujo primero a la promulgación de las Bulas de Alejandro VI y luego a la conclusión del tratado de Tordesillas.

Se preparó un segundo viaje, con muchos más barcos, gran número de expedicionarios y todo tipo de animales y flora, de manera que quedaba clara la intención de los españoles de colonizar América.

La segunda expedición salió del puerto de Cádiz el miércoles 25 de septiembre de 1493. Siguió una ruta un tanto diferente, tras salir de la isla canaria de Hierro, continuó por una ruta más septentrional que la del primer viaje. Quizá para aprovechar los vientos alisios. Llegó a las pequeñas Antillas y luego al actual Puerto Rico, realizando un trayecto que se convertiría en la ruta habitual de todos los convoyes posteriores.   El 22 de noviembre, arribó a La Española. Allí, los españoles se llevaron una desagradable sorpresa al comprobar que el Fuerte de Navidad había sido arrasado y que toda su guarnición había perecido. Esto no le impidió fundar otras ciudades como La Isabela o Santo Domingo, que pronto se convirtió en la capital de las Indias.

Sin embargo, en la isla la situación era cada vez más grave, al hambre y las enfermedades se sumarán inmediatamente las primeras deserciones de los españoles. Ante tal situación, Colón mandó a la Península a Antonio de Torres con algo de oro e indios para vender en el mercado de esclavos. Los Reyes Católicos no permitieron esta venta. Además, algunos de los descontentos con Colón informaron a sus majestades y a todo el que quisiera oírlos de la tiránica dirección que Colón aplicaba en las nuevas tierras. Colón regresó a España en junio de 1496. Lo hizo de manera espectacular acompañado de indios vestidos con vistosos atuendos de plumas, con algo de oro y otras riquezas que mostrar a sus majestades. Ante las críticas recibidas tuvo que explicarse. Ya entonces quedó patente que existían dos posturas. La de aquellos que sólo pensaban en la explotación comercial del Nuevo Mundo, con una visión absolutamente mercantilista y la de los que pretendían la exploración de las nuevas tierras, el buen trato a los indígenas y la formación de una comunidad cultural y evangelizadora . En el primer grupo estaba Colón, en el segundo los Reyes Católicos.

Con todo, Colón logró la autorización para un tercer viaje y la confirmación de sus privilegios; le autorizaron a instituir un mayorazgo en la persona de su hijo mayor, Diego, y sufragaron la tercera expedición, pero dando a entender que era una última oportunidad y que aquella empresa debía mantenerse de sus propios beneficios.

El apoyo de los Reyes se vio influido, posiblemente, porque, el 8 de julio de 1497, partió de Lisboa Vasco de Gama con el objetivo de llegar a la India circunnavegando África, continuando de este modo, el viaje emprendido tiempo atrás por Bartolomé Diaz.

Por otro lado, durante la espera hasta que se inició ese tercer viaje, Colón llegó a conocer las obras de algunos eruditos españoles que discutían que las tierras a las que había llegado Colón fueran las Indias, puesto que sus estudios de la esfera terrestre y los conocimientos que tenían permitían pensar que las Indias navegando desde occidente estaban a mucha mayor distancia. Así, el cronista Andrés Bernáldez, o el profesor de Salamanca Francisco Núñez de la Yerba, distaban mucho de dar la razón a Colón y creían que había llegado a algún lugar intermedio entre Europa y Asia.

La tercera flota colombina partió de Sanlúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498. La flota se componía de 6 barcos y juntos navegaron hasta la Gomera donde se dividieron en dos: tres barcos se dirigieron directamente a La Española y otros tres siguieron la ruta de un paralelo más al sur, por Sierra Leona. Este segundo grupo al mando de Colón, en su llegada a América, descubrió la isla de Trinidad y, en la ruta hacia La Española, avistó la isla Margarita, famosa por sus perlas, y la desembocadura del Orinoco.

Mientras, en La Española, la ausencia de Colón y contra la autoridad de Colón, se habían sublevado una parte de los españoles, liderados por Francisco Roldán. Las quejas contra la familia Colón, exacerbadas por algunas acciones cuestionables del Almirante como ocultar los yacimientos de perlas en Margarita y Cubagua, llegaron a la corte y motivaron que los Reyes Católicos enviaran a La Española a Francisco de Bobadilla con el título de juez pesquisidor. Ante la resistencia de los Colón a aceptar su autoridad, detuvo a los tres varones Colón( Cristóbal, Bartolomé y Diego) y los mandó, presos, de vuelta a España. Y aunque los Reyes liberaron al Almirante con muestras de afecto, no lo restituyeron en la gobernación de las Indias. Sin embargo, le permitieron organizar un cuarto viaje.

De esta cuarta empresa contamos con el relato más directo y vibrante, el que narró Colón en su Carta de Jamaica.

Salió del puerto de Cádiz, el 11 de mayo de 1502, con cuatro navíos y la compañía de su hermano Bartolomé y su hijo Hernando. Fue ésta la travesía más rápida de cuantas hizo, pues tras abastecerse en Maspalomas, llegaba a la entrada de las Indias el 15 de junio. Ya en tierras americanas, una serie de circunstancias le aconsejaron, en contra de su primer proyecto, encaminarse a La Española. Una vez allí y ante las evidencias de la proximidad de un huracán, pidió autorización para fondear en puerto, al tiempo que recomendaba retrasar el retorno a España de la flota en la que regresaba Francisco de Bobadilla. Ni le dieron permiso , ni la flota se retrasó. Colón logró refugiarse en la costa y se salvó, no así la flota española que perdió 25 navíos y un cargamento costosísimo.

El 14 de julio se dirigió a Centroamérica y bordeó no sin dificultades por el clima y los enfrentamientos con los nativos, lo que hoy es Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

16 de abril de 1503, decidió volver a España, sin embargo, las dos únicas naos que le quedaban encallaron. No encontró más solución que enviar dos canoas a La Española, que no sin dificultades lograron llegar. Pero encontrar las naves que salvaran a los náufragos de Jamaica llevó un año. Un año lleno de problemas. Al fin, el 12 de septiembre de 1504, salió rumbo a España y llegó a Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre, gravísimamente enfermo.

Redactó un nuevo testamento el 19 mayo de 1506 y falleció al día siguiente en Valladolid. Tras unas cuantas vicisitudes, sus restos se encuentran en la catedral de Sevilla. Si bien la Catedral de Santo Domingo, disputa por considerar que una urna encontrada allí, son restos del Navegante.

BIBLIOGRAFÍA

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Pérez Embid, E y Verlinden, CH. “ Cristóbal Colón y el descubrimiento de América” Rialp, 1967

Pérez de Tudela y Bueso, Juan “Las armadas de Indias los orígenes de la política de colonización (1492-1505)”. Ed. Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1956.

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